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lunes, 1 de septiembre de 2008
Visitas (parte 4)
La brisa helada le sopló en la cara apenas abrió la puerta. Eso alivió un poco la sensación de mareo que sentía. Quería ir a un lugar más amplio; no le gustaba el balcón que estaba junto a ella. Prefirió algo más elevado para pensar, así que subió los tramos de escaleras que faltaban para llegar a la azotea. El lugar estaba tranquilo y semi iluminado. Las nubes habían tapado la luna. Se apoyó contra la baranda y miró alrededor para luego cerrar los ojos y relajarse. Los abrió rápidamente y miró a todos lados. Había algo, alguien detrás de ella. Cuando se volteó no vio nada. Suspiró. Quizás fue idea suya.

—«¿De verdad estoy alucinando? ¿O acaso será que...?» —se preguntó.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una fuerte ráfaga y el resonar del metal de la baranda, como si hubiese sido golpeado. Volteó una vez más. Esta vez sí había alguien. Naia se sorprendió. Ante ella se encontraba un joven que no aparentaba más de unos 19 años, de cabellos rubios, cortos y revueltos, y unos ojos azul cielo intensos que le devolvían la mirada de forma seria, aunque a la chica le pareció más como un escáner que la analizaba minuciosamente, como si nunca hubiese visto a otra persona. Lo único que pudo hacer en ese momento, luego de la sorpresa, fue retirarse unos cuantos pasos. Le sorprendió el hecho de que una persona pudiese equilibrarse de semejante manera sobre una baranda tan delgada. No podía ser humano, era imposible. Quizás se equivocaba. El rubio rodó los ojos y rió levemente para luego dejarse caer y sentarse.

—¿Qué pasa? ¿Nunca habías visto a uno como yo? —le dijo, completamente divertido.

Ese fue el punto límite. Estaba en el umbral de la confusión total. Aunque con esa pregunta, la chica había confirmado sus sospechas. El joven que se encontraba frente a ella no era humano. Definitivamente no podía serlo. Ahora solo restaba averiguar qué era. Después de un largo momento de silencio entre ambos, se oyó una voz suave, que pertenecía al rubio.

—Parece que ya tienes tu respuesta, pero no quieres aceptarlo, en el fondo —meneó la cabeza, sonriendo burlonamente.

La chica se sorprendió; en cierto modo había conseguido adivinar sus pensamientos. Ya que no era improbable a estas alturas de que lo hubiese hecho, se detuvo para analizar la situación: su agilidad, su físico... era factible, pero completamente extraño a sus ojos. ¿Por qué justo en ese momento tenía que aparecer alguien como él? El viento comenzó a soplar.

—¿Eres... un ángel? —extrañada por lo que acababa de preguntar.
—Ya era hora, lenta —respondió chasqueando su lengua.
—¿Acaso eres un ángel guardián? —preguntó un tanto ofendida.

Ya le estaba molestando tener que lidiar con aquel tipo, pero si quería saciar su curiosidad, debería seguir soportándolo. Alzó una ceja, aunque se sentía incómoda por preguntar algo tan obvio, pero tampoco quería callar.

—Sí —rodó sus ojos—. Y yo soy el tuyo, por ciertas circunstancias que, asumo, deberías conocer —el incómodo silencio aclaró todo—. Ya veo... o no sabes nada, o me ocultas todo.

—Pero —musitó nerviosa—, si eres un ángel, ¿cómo puedo verte?

—Eso es porque —se deja caer de la baranda, sentándose en ella mientras apoyaba sus brazos en sus piernas, con los dedos cruzados en el vacío— las habilidades que tienes se han despertado. Sin ellas dudo que siquiera puedas sentir mi presencia. Pero aún siguen siendo débiles, por lo que puedo notar.

—¿Yo? ¿Habilidades? ¿De qué mierda hablas? —musitó confundida—. Yo no tengo poderes.
—Claro que las tienes, ya te lo dije —rodó sus ojos—. Así que punto... eres muy molesta.

La chica estaba ofendida, así que no hizo nada más que lanzar un leve bufido. En ese momento una pregunta surgió en su cabeza, así que abrió la boca y miró al joven. El único problema era que ya no estaba. Una puerta se abrió. Se cubrió los ojos para protegerlos de la luz que ahora la apuntaba.

—Oye, Nai —era la voz de Brooke—. ¿Ya estás mejor? Te vine a buscar porque te demorabas mucho y... ¿Qué pasa?

—Nada. No es nada —respondió agitando su mano, en señal de despreocupación—. Sólo... estaba viendo la luna —suspiró luego de una pausa—. ¿Y Alexis?

—Está allá abajo. Bastante aburrida porque no encontró nada —le dedicó una mirada de soslayo y se le adelantó.

—«Ella no habrá encontrado algo, pero yo sí. Esto tiene que saberlo» —pensó mientras bajaba las escaleras y entraba en el salón de música.

Un escalofrío recorrió su espalda apenas sintió la fría pero asesina mirada de la pelinegra sobre ella. La excusa de Naia no se hizo esperar.

—Oye, ¡no es mi culpa que no hubiese nada!
—Claro que sí, ¡tú nos contaste y fue tu idea!
—Sí, pero las que se entusiasmaron fueron ustedes —le espetó.
—Pero tú seguiste con el asunto y la corriente —repuso Alex.

—Vale, vale. Fin del asunto, perdón. No creí que... —suspiró y luego dio un salto al recordar algo— Oye... —después miró de reojo hacia atrás y notó que Brooke seguía ahí—. Brooke, ¿nos podrías dejar solas un rato?

La rubia las miró dubitativa. Después de meditarlo un poco salió del salón, cerrando la puerta tras ella con suavidad para no hacer ruido y, en consecuencia, llamar la atención.

—Y bueno, ¿qué querías decirme? —inquirió, estirándose en su silla, extendiendo sus piernas y cruzándolas sobre la mesa.

—Este... algo me dice que mis habilidades mejoraron —su receptora abrió un ojo, instándola a que continuara—. ¿«Por qué», preguntas? Vi... vi a un tipo allá en la azotea —apuntando sobre su cabeza con el dedo.

—¿Y? ¿Qué pasa con el tipo ese?
—Era extraño. Se hizo llamar mi ángel —respondió un tanto apesadumbrada.
—Pero yo creí que... —murmuró confundida, alzando una ceja.
—¿Eh, de qué estás hablando? ¿Creer qué?

—No, no. Nada que te importe. No empieces con eso... algo debe de haber pasado —murmurando para sí, un tanto confundida.

—Ah, si. ¿Qué? —preguntó completamente seria. No quería seguir con el tema.
—¡Qué sé yo! —hizo una pausa y luego preguntó— ¿Y cómo era?

—Lo dices como si eso fuera lo más importante —replicó desganada—. Pues... era rubio de pelo corto y revuelto, y para variar, de ojos azules.

—No lo sé. Supongo que tendremos que dejar el asunto para otro día, cuando pueda averiguar algo sobre todo esto —dijo de repente, pensativa.

—¡No! —exclamó Naia— ¡Ni se te ocurra hacer eso! Lo que menos quiero es que...

—Sabes que no es problema para mí —le dijo totalmente seria—. Si te digo que lo haré, es porque puedo, no te preocupes.

—Pero... —no alcanzó a terminar, porque Brooke abrió la puerta.
—¿Ya terminaron? —preguntó entre alegre y tímida.
—Sí —dijo Alexis, levantándose mientras se ponía sus audífonos—. ¿Nos vamos?

Naia suspiró. Estaba tan cerca de hallar la verdad como de los límites de la ciudad. Sabía a la perfección que Alexis podía ayudarla a descifrar todo, pero no quería que se arriesgara. La morena era capaz de poner su vida en peligro por una amiga. Y eso era lo último que le gustaría que pasase. Pero por desgracia su hambre de curiosidad no la dejaba en paz y la obligaba a buscar más y más. Tenía claro que un día esa sed la llevaría a su perdición. Y quizás no sólo la suya.

Luego de salir de la escuela sin ser vistas, y por el mismo lugar por el que habían entrado, las tres chicas se despidieron, tomando cada una un camino diferente.

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voicë×Ŋαiα™ 16:14
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