![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
lunes, 8 de septiembre de 2008 |
Otro más a la lista xD... he ido demasiado lento ultimamente! Dx... en fin, esta vez le toca al ending de Vampire Knight, "Still Doll" interpretada por Kanon Wakeshima... Muchas gracias a los que me han apoyado!! T-T en especial a Kuro-san por su ayuda en la pelea contra el maldito karaoke que no quería ser editado XD... Esta vez no está dedicado a nadie en especial... pero lo único que agrego es que cuando escucho esta canción me acuerdo de alguien XD (...soulless ningyo? wtf? xD) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
voicë×Ŋαiα™ 14:52 |
martes, 2 de septiembre de 2008 |
|
voicë×Ŋαiα™ 19:49 |
lunes, 1 de septiembre de 2008 |
—¡Ten más cuidado, idiota! —exclamó, señalando una rama caída justo donde segundos antes había estado la castaña, cuya cara estaba totalmente pálida. **FIN DEL CAPITULO 1** |
voicë×Ŋαiα™ 16:21 |
—¿Es idea mía o hay demasiada niebla? —preguntó Naia, temblando de pies a cabeza. |
voicë×Ŋαiα™ 16:18 |
Su casa estaba igual de silenciosa, al menos hasta que la ojiazul encendió el estéreo. Comenzó a pensar en sus padres. Hacía un par de meses que se habían marchado fuera de la ciudad por razones de trabajo y aún les quedaba mucho: debían de recorrer el resto del país. Y según la última llamada que recibió de ellos —un par de días atrás—, con suerte les faltaba mucho más de la mitad. Pero, en fin, ya estaba acostumbrada a ese estilo de vida; por lo menos tenía a sus amigas. Entonces, las dudas comenzaron a acudir a su cabeza. El hecho de que su ángel se hubiese mostrado ante ella tenía que significar algo, ¿pero qué? Quizás quería su ayuda, ¿o acaso advertirle de algún suceso importante? Luego otro pensamiento invadió su mente. Sacudió su cabeza. No quería recordar asuntos como ese. A pesar de todo, debería seguir adelante... —¡Sí! ¡Yo me apunto! —¿En serio? —preguntó ilusionada Alexis—. Sólo falta averiguar a qué hora —Yo paso por ahí camino a mi casa. Yo me encargo —sonrió orgullosa—. Para mañana, ¿no? —A menos que tengan algo que hacer... —Tú sabes que yo nunca hago nada —replicó Naia, mirándole de soslayo. —¡Entonces está decidido! ¡Mañana habrá visita nocturna al cementerio! —En serio, Brooke —suspiró desganadamente Whitelocke—, deja de ser tan entusiasta —Todos me odian —balbuceó, fingiendo lloriquear. —Ya, ya, está bien —trató de calmarla hasta que sonó la campana. En la clase, Naia no estaba prestando demasiada atención. Sus ideas se habían ido a otro lado. Por suerte, la profesora no se había dado cuenta. Se dedicó a pensar en el asunto del cementerio. Sabía que esta vez sí lograrían conseguir algo, aunque, su entusiasmo se fue apagando gracias a sus preocupaciones: ¿Acaso encontrarían algo peligroso? ¿Por qué tenía un extraño presentimiento? Por un lado estaba ansiosa; por el otro, extremadamente preocupada. No por ella misma, sino que por la seguridad de sus amigas. Más que por Alexis, que sabía defenderse sola, se preocupaba por Brooke. Además, lo que más la desesperaba era no comprender lo que estaba sucediendo a su alrededor. Siempre había tenido esa avaricia, esas ansias de entender y saberlo todo. De pequeña la gente se le acercaba y la llamaban inteligente, la creían el cerebro del grupo. Pero ahora comprendía que eso no era ni siquiera la punta del iceberg. Aún le faltaba mucho por saber. Sin darse cuenta, la clase ya había terminado. Las chicas se habían ido, lo cual le pareció extraño a Naia, ya que ellas nunca se iban sin despedirse. Entonces pensó que quizás sí le hablaron, pero no lo notó. Sin distraerse por la gente que se aglomeraba a su alrededor, salió de la escuela y se dirigió a su casa. De camino se preguntó si su supuesto ángel estaría allí a su lado, siguiéndola. Volteó a todos lados. Nada. Cerró sus ojos, concentrándose en sentir algo cerca de ella. Mucho menos. Sólo consiguió notar un par de autos que pasaban y la gente que cruzaba la calle. Se encogió de hombros, resignada y entró a su casa: el número setenta y nueve de Oakstreet, o la «calle del Roble», como otros la conocían. Luego de comer fue a su habitación. Estaba igual que como la había dejado antes de irse en la mañana: hecha un completo desastre. Ropa tirada, la cama revuelta, papeles desordenados sobre su escritorio, el ordenador prendido... Nada fuera de lo común. Pero luego de arreglarla un poco, se lanzó sobre su cama, haciendo rebotar el colchón, como siempre lo hacía. Después de dormirse, poco le importaron sus preocupaciones. Despertó un par de horas después gracias al ruido que hacía su móvil. Era Brooke. Lo reconoció por el tono particular que le había asignado a sus llamadas. —¿Qué pasa, Broo? —contestó animada, para ocultar el hecho de que acababa de despertar. —¡Averigüé el horario del cementerio! —se oía emocionada como si tuviese una primicia, aunque Naia no podía saber si era la primera en enterarse de la noticia o qué. —¿Y? ¿Me lo piensas decir o no? —preguntó impaciente, mientras se pasaba una mano por la cara, tratando de que su mente se despertara. —Pues... —su tono de voz hacía creer que lo había olvidado, para desesperación de Naia— si mal no recuerdo era a las once los fines de semana. Los días de semana a partir de las nueve y media de la noche, aproximadamente. —Ya veo. Nos ponemos de acuerdo después con Alex, ¿vale? —su cerebro sólo le pedía dormir en ese momento. No quería pensar ni planear nada. No estaba de humor. —Bueno... —respondió un poco desilusionada— Yo pensaba en que fuéramos mañana, ¿qué te parece? ¡Anda Nai, no seas mala, di que sí! —No sé, no sé. Te diré más tarde, ¿te parece? Bye bye —se despidió, cortando la llamada. Después de haber guardado su celular le pareció un poco ruda la forma de responderle a su amiga. Pero no podía evitarlo. No estaba de buen humor, y no era solamente por el hecho de que la hubiesen despertado. Había algo más que la hacía sentirse así y no tenía ni la menor idea de qué era. Aunque ya estaba acostumbrada a que le ocurrieran cosas como esas, le molestaba sobremanera no comprenderse a sí misma. |
voicë×Ŋαiα™ 16:17 |
La brisa helada le sopló en la cara apenas abrió la puerta. Eso alivió un poco la sensación de mareo que sentía. Quería ir a un lugar más amplio; no le gustaba el balcón que estaba junto a ella. Prefirió algo más elevado para pensar, así que subió los tramos de escaleras que faltaban para llegar a la azotea. El lugar estaba tranquilo y semi iluminado. Las nubes habían tapado la luna. Se apoyó contra la baranda y miró alrededor para luego cerrar los ojos y relajarse. Los abrió rápidamente y miró a todos lados. Había algo, alguien detrás de ella. Cuando se volteó no vio nada. Suspiró. Quizás fue idea suya. —«¿De verdad estoy alucinando? ¿O acaso será que...?» —se preguntó. Sus pensamientos fueron interrumpidos por una fuerte ráfaga y el resonar del metal de la baranda, como si hubiese sido golpeado. Volteó una vez más. Esta vez sí había alguien. Naia se sorprendió. Ante ella se encontraba un joven que no aparentaba más de unos 19 años, de cabellos rubios, cortos y revueltos, y unos ojos azul cielo intensos que le devolvían la mirada de forma seria, aunque a la chica le pareció más como un escáner que la analizaba minuciosamente, como si nunca hubiese visto a otra persona. Lo único que pudo hacer en ese momento, luego de la sorpresa, fue retirarse unos cuantos pasos. Le sorprendió el hecho de que una persona pudiese equilibrarse de semejante manera sobre una baranda tan delgada. No podía ser humano, era imposible. Quizás se equivocaba. El rubio rodó los ojos y rió levemente para luego dejarse caer y sentarse. —¿Qué pasa? ¿Nunca habías visto a uno como yo? —le dijo, completamente divertido. Ese fue el punto límite. Estaba en el umbral de la confusión total. Aunque con esa pregunta, la chica había confirmado sus sospechas. El joven que se encontraba frente a ella no era humano. Definitivamente no podía serlo. Ahora solo restaba averiguar qué era. Después de un largo momento de silencio entre ambos, se oyó una voz suave, que pertenecía al rubio. —Parece que ya tienes tu respuesta, pero no quieres aceptarlo, en el fondo —meneó la cabeza, sonriendo burlonamente. La chica se sorprendió; en cierto modo había conseguido adivinar sus pensamientos. Ya que no era improbable a estas alturas de que lo hubiese hecho, se detuvo para analizar la situación: su agilidad, su físico... era factible, pero completamente extraño a sus ojos. ¿Por qué justo en ese momento tenía que aparecer alguien como él? El viento comenzó a soplar. —¿Eres... un ángel? —extrañada por lo que acababa de preguntar. —Ya era hora, lenta —respondió chasqueando su lengua. —¿Acaso eres un ángel guardián? —preguntó un tanto ofendida. Ya le estaba molestando tener que lidiar con aquel tipo, pero si quería saciar su curiosidad, debería seguir soportándolo. Alzó una ceja, aunque se sentía incómoda por preguntar algo tan obvio, pero tampoco quería callar. —Sí —rodó sus ojos—. Y yo soy el tuyo, por ciertas circunstancias que, asumo, deberías conocer —el incómodo silencio aclaró todo—. Ya veo... o no sabes nada, o me ocultas todo. —Pero —musitó nerviosa—, si eres un ángel, ¿cómo puedo verte? —Eso es porque —se deja caer de la baranda, sentándose en ella mientras apoyaba sus brazos en sus piernas, con los dedos cruzados en el vacío— las habilidades que tienes se han despertado. Sin ellas dudo que siquiera puedas sentir mi presencia. Pero aún siguen siendo débiles, por lo que puedo notar. —¿Yo? ¿Habilidades? ¿De qué mierda hablas? —musitó confundida—. Yo no tengo poderes. —Claro que las tienes, ya te lo dije —rodó sus ojos—. Así que punto... eres muy molesta. La chica estaba ofendida, así que no hizo nada más que lanzar un leve bufido. En ese momento una pregunta surgió en su cabeza, así que abrió la boca y miró al joven. El único problema era que ya no estaba. Una puerta se abrió. Se cubrió los ojos para protegerlos de la luz que ahora la apuntaba. —Oye, Nai —era la voz de Brooke—. ¿Ya estás mejor? Te vine a buscar porque te demorabas mucho y... ¿Qué pasa? —Nada. No es nada —respondió agitando su mano, en señal de despreocupación—. Sólo... estaba viendo la luna —suspiró luego de una pausa—. ¿Y Alexis? —Está allá abajo. Bastante aburrida porque no encontró nada —le dedicó una mirada de soslayo y se le adelantó. —«Ella no habrá encontrado algo, pero yo sí. Esto tiene que saberlo» —pensó mientras bajaba las escaleras y entraba en el salón de música. Un escalofrío recorrió su espalda apenas sintió la fría pero asesina mirada de la pelinegra sobre ella. La excusa de Naia no se hizo esperar. —Oye, ¡no es mi culpa que no hubiese nada! —Claro que sí, ¡tú nos contaste y fue tu idea! —Sí, pero las que se entusiasmaron fueron ustedes —le espetó. —Pero tú seguiste con el asunto y la corriente —repuso Alex. —Vale, vale. Fin del asunto, perdón. No creí que... —suspiró y luego dio un salto al recordar algo— Oye... —después miró de reojo hacia atrás y notó que Brooke seguía ahí—. Brooke, ¿nos podrías dejar solas un rato? La rubia las miró dubitativa. Después de meditarlo un poco salió del salón, cerrando la puerta tras ella con suavidad para no hacer ruido y, en consecuencia, llamar la atención. —Y bueno, ¿qué querías decirme? —inquirió, estirándose en su silla, extendiendo sus piernas y cruzándolas sobre la mesa. —Este... algo me dice que mis habilidades mejoraron —su receptora abrió un ojo, instándola a que continuara—. ¿«Por qué», preguntas? Vi... vi a un tipo allá en la azotea —apuntando sobre su cabeza con el dedo. —¿Y? ¿Qué pasa con el tipo ese? —Era extraño. Se hizo llamar mi ángel —respondió un tanto apesadumbrada. —Pero yo creí que... —murmuró confundida, alzando una ceja. —¿Eh, de qué estás hablando? ¿Creer qué? —No, no. Nada que te importe. No empieces con eso... algo debe de haber pasado —murmurando para sí, un tanto confundida. —Ah, si. ¿Qué? —preguntó completamente seria. No quería seguir con el tema. —¡Qué sé yo! —hizo una pausa y luego preguntó— ¿Y cómo era? —Lo dices como si eso fuera lo más importante —replicó desganada—. Pues... era rubio de pelo corto y revuelto, y para variar, de ojos azules. —No lo sé. Supongo que tendremos que dejar el asunto para otro día, cuando pueda averiguar algo sobre todo esto —dijo de repente, pensativa. —¡No! —exclamó Naia— ¡Ni se te ocurra hacer eso! Lo que menos quiero es que... —Sabes que no es problema para mí —le dijo totalmente seria—. Si te digo que lo haré, es porque puedo, no te preocupes. —Pero... —no alcanzó a terminar, porque Brooke abrió la puerta. —¿Ya terminaron? —preguntó entre alegre y tímida. —Sí —dijo Alexis, levantándose mientras se ponía sus audífonos—. ¿Nos vamos? Naia suspiró. Estaba tan cerca de hallar la verdad como de los límites de la ciudad. Sabía a la perfección que Alexis podía ayudarla a descifrar todo, pero no quería que se arriesgara. La morena era capaz de poner su vida en peligro por una amiga. Y eso era lo último que le gustaría que pasase. Pero por desgracia su hambre de curiosidad no la dejaba en paz y la obligaba a buscar más y más. Tenía claro que un día esa sed la llevaría a su perdición. Y quizás no sólo la suya. Luego de salir de la escuela sin ser vistas, y por el mismo lugar por el que habían entrado, las tres chicas se despidieron, tomando cada una un camino diferente. ~ Ir a la parte 5 ~ |
voicë×Ŋαiα™ 16:14 |
—¿Qué? ¿Tengo algo raro? —riendo nerviosamente. Esas miradas que lanzaba de repente la incomodaban un poco. Era como si estuviera leyendo tu mente, y en algunos casos eso podía ser perturbador. —A mí no me engañas. Te pasa algo —se acercó a ella para que la chica rubia que estaba detrás de ellas no pudiera oír la conversación—. Anda, dime qué te pasa. —¿Eh? —parecía extrañada—. No me pasa nada, en serio —dijo, mirándola confundida. —Dime, ahora. Sabes que puedes confiar en mí —le espetó. —Pero es que es en serio, no me pasa nada. Si es por lo de la fiebre, ya me siento mucho mejor —No, no es eso y lo sabes. Sabes perfectamente a lo que me refiero —arqueó una ceja. —¡Me siento mejor y no me pasa nada! —en ese momento recordó—. Es cierto, cuando venía de camino para acá me pareció haber visto algo de reojo. No sé qué era, no me fijé pero... —¿Ves? Te lo dije —sonriendo de medio lado—. Te conozco, no puedes engañarme. Es más, podrás engañarte a ti misma pero sabes que a mí no. Bueno... si no sabes bien qué era no puedo decirte nada —agregó pensativa y enigmática—. Pero no te preocupes, no pasará nada. —Vaya, y yo que creía que la extremadamente positiva aquí era Brooke —sonrió, irónica. —¡Oigan! —exclamó ofendida la de los ojos color oliva. —Eso para ti debería ser un cumplido, Broo —dijo Alexis. —Tiene razón, pero en fin —se lanzó sobre su banco, abatida—. Rayos, ¡quiero salir ya! —Perdón que te lo diga pero todavía nos queda inglés. —Al carajo inglés, Alex. Me va bien y no avanzamos nada —bufó molesta. —That’s because you’re so advanced, girl[1] —canturreó Williams. En ese momento, sonó la campana. Extrañamente, el profesor apareció al instante, cosa rara ya que él era prácticamente el último en entrar al salón. Pero a ninguna de las tres chicas les importó. Solían trabajar en grupos de a 3 y siempre eran los mismos, ya que tenían un nivel bastante similar, aunque diferían en ciertas cosas como pronunciación, gramática y ortografía. La clase transcurrió lenta y aburrida, pero lograron acabar todos los ejercicios propuestos. Después de la larga tortura se escuchó el sonido del timbre de salida y el grupo de chicas se dispersó, dirigiéndose cada una a su casa. El resto de los días pasaron rápidamente para todos menos para Naia. El miércoles se dedicó a buscar más leyendas. Por desgracia no encontró ninguna cien por cien interesante, aunque halló una que mencionaba edificios importantes establecidos en puntos clave del pueblo que quizás tenían alguna conexión con los sucesos extraños que estaban ocurriendo. ¿Por qué siempre las leyendas urbanas tenían relación con hechos raros y paranormales? Luego de pensar un rato, Naia llegó a la conclusión de que quizás debería poner ese fragmento. Quizás le gustaba al señor Malone. Al fin y al cabo no habían más leyendas recientes, así que se dispuso a elaborar el informe en ese mismo momento, agregando algunos comentarios y datos anexos —como dijo el mismo profesor: «Cualquier cosa con tal de llegar a las 30 páginas»—. Le faltó poco para terminar, así que prefirió dejarlo para el día siguiente. Estaba demasiado agotada. Además varias ideas rondaban su mente e incluían relaciones bastante extrañas —pero que para ella tenían sentido— entre las tres historias que había encontrado. Más tarde se añadió a sus ideas lo que fuese que había visto camino al salón. Tenía una teoría sobre el asunto, pero la dejó de lado por el momento hasta que no tuviera más información al respecto y además no quería sacar conclusiones precipitadas. Estaba muy segura de que el viernes en la escuela encontrarían algo muy interesante. Y sus expectativas nunca la decepcionaban... O nunca lo habían hecho hasta ese momento. El jueves, nada más llegar a su casa después de clases se dispuso a terminar el trabajo, para así poder tener el resto de la tarde libre. Como no le faltaba mucho, acabó casi a la media hora después. Se levantó de su escritorio y dejó los papeles allí. El profesor había dicho que lo quería a mano. Por suerte escribía rápido. Apenas se lanzó sobre su cama, sonó su móvil. Era Alexis. ¿Por qué no le sorprendía? Contestó al instante. —Hola, hola. ¿Qué pasa? —contestó un tanto desganada. —Es que... llamaba para decirte que mañana quizás no podré ir a lo de la escuela. Tengo cosas que hacer. ¿Terminaste el informe? Si puedes lo podemos dejar para la noche —por su tono de voz cualquiera pensaría que al otro lado del teléfono, la chica tenía los dedos cruzados. —Claro. Estaba a punto de ir a almorzar y a la tarde no tengo nada que hacer, así que pensaba dormir un rato. Estoy cansada. —Sí. Mejor vete a comer. Te necesitamos con energías para la noche, ¿eh? —se imaginaba perfectamente a Alex guiñándole un ojo. —Ajá. Entonces, ¿a qué hora nos vemos? —Yo creo que lo mejor sería a una hora donde estemos seguras que no nos vamos a topar con nadie, ¿no crees? —hizo una pausa para pensar—. ¿Te parece a las once en la puerta del colegio? —A esa hora está bien. Nos vemos —bostezó—. Bye bye —se despidió de la forma usual y colgó. Estuvo a punto de llamar a Brooke a su casa, pero luego supuso que Alexis ya lo había hecho antes de avisarle a ella. Se levantó y fue a la cocina a prepararse algo de comida que su abuela debía de haber dejado cuando pasó en la mañana. Ya tendida en su cama se durmió al instante. Se despertó sobresaltada. Había oscurecido y por su ventana entraba la luz de la luna llena. Miró la hora en su celular. Eran las ocho y quince. Aún faltaba mucho así que, para anticiparse, sacó una cartera pequeña y comenzó a colocar las cosas que necesitaría —la linterna, baterías de repuesto, un par de velas, su cámara fotográfica y una bolsita llena de sus horquillas—. El resto dependería de las otras dos, aunque de todos modos no tenían que llevar mucho. Las once menos cuarto. Esa era la hora que indicaba el reloj de Alexis, que ya estaba en las afueras de la escuela escuchando música sentada en el suelo, apoyándose en la reja. ¿Por qué rayos se tardaban tanto? —¡Alex! —Naia llegó corriendo junto a la chica. Al notar la mirada de la pelinegra le replicó—. A mi no me veas con esa cara, tú siempre llegas demasiado temprano, no es justo. Le avisaste a Brooke, ¿cierto? —Pues claro que sí, idiota —la miró de reojo, poniéndose el auricular que se había quitado para oír lo que decía su amiga—. Ya debería estar por llegar, supongo —agregó, cruzándose de brazos. —Bueno, yo traje todo. ¿Trajiste tu...? —antes de que pudiera terminar la frase, Alexis le lanzó un pequeño bolso. Contenía una daga, una pistola, una linterna, su encendedor y por supuesto, cigarrillos—. Olvídalo. Ahora que lo pienso, la mayoría lo trajimos nosotras —Todo lo trajimos nosotras —repitió—. Supongo que si tiene suficiente sentido común traerá algo que pueda servirnos. —Lo dudo —se encogió de hombros—. Lo más probable es que diría sonriente «En realidad no traje nada para defenderme porque sé que nada podría atacarnos» —imitó la cara que pondría la rubia y luego se estremeció, haciendo una mueca de asco—. Odio cuando hace eso, aunque tendría razón. Dudo que algo pueda hacernos daño. —Eso es lo que tú crees —dijo de forma misteriosa y mirándola a los ojos. —Hablando de la reina de Roma —suspiró Naia mientras veía que Brooke se acercaba corriendo a toda velocidad hacia ellas—. Ya era hora, Broo. —Pero si recién son las once y quince —lloriqueó—. Ustedes llegaron antes. —Bueno, da igual —se levantó y colocó el reproductor en el bolsillo de sus jeans—. Are you ready? —sonrió de medio lado. Sacó su pistola y la puso en una funda que colgó de su cinturón. Dio la vuelta a la esquina, mientras decía para sí misma—. It’s showtime. Naia sacó su linterna y sonrió de medio lado, al igual que Alexis. Ella y Brooke la siguieron, deteniéndose frente a la reja de uno de los laterales de la escuela. —Sigue dejándose llevar —le dijo la castaña a su acompañante—. Aunque, así por como vamos, quizás no encontramos nada. —Vamos Nai, ¡no seas pesimista! De seguro encontramos algo. —Oigan, par de idiotas —reclamó Alexis, ya del otro lado de la reja—. ¿Piensan quedarse ahí parloteando toda la noche o qué? No hay tiempo que perder —se cruzó de brazos y se adelantó. —Y allá va nuestra Alex —sonriendo de manera desganada, mientras trepaba no sin dificultad la reja. ¿Cómo rayos cruzó tan rápido?. Una vez adentro, no fue difícil encontrar ventanas abiertas. Sólo tenían que decidir cuál era más conveniente usar. Comenzaron a contar hasta llegar a la que quedaba justo junto a las escaleras, que llevarían al tercer piso y luego al salón de música. Se colaron silenciosamente y luego de asegurarse que no hubiese nadie en el corredor a través de unas pequeñas ventanas, salieron de aquel lugar. Brooke encendió su linterna. Naia prefirió no hacerlo para ahorrar energía; además, su vista en la oscuridad era bastante buena. Alexis ya estaba bastante adelantada, subiendo las escaleras. No le importaba en lo más mínimo caminar a ciegas —su sentido de la vista a oscuras era excelente, mucho mejor que el de Whitelocke—. Al llegar a su destino, la pelinegra extendió una mano, como pidiendo algo. Naia, entendiendo lo que quería decir le tendió un par de horquillas. Comenzó su tarea al instante, colocándola en la cerradura. No pasó ni un minuto cuando se oyó un clic. —Les dije que no era difícil —dijo sonriendo con suficiencia y entrando. Brooke miró a Naia y apuntó su linterna al interior. No era conveniente encender las luces o terminarían llamando la atención del conserje. —Ya te acostumbrarás —poniendo los ojos en blanco mientras entraba—. Su orgullo no se lo quita nadie —sonrió apesadumbrada. —¿Vienen o no? —les reprendió Alex. —¿Estás segura de que hay algo aquí? —preguntó la castaña. —Eso deberías decírmelo tú. Tú fuiste la que encontró la leyenda, qué voy a saber yo —Bueno. Si hay algo, ¡yo me encargo! —exclamó radiante Williams. Winchester y Whitelocke la miraron fijamente. La primera rodó los ojos y volvió su mirada al frente, mientras que la segunda siguió observándola, como queriendo recriminarle de algo. Con ellas no podía saberse si les molestaba su excesivo positivismo o si le insinuaron que bajara la voz. La chica no se dio por enterada y las miró curiosa, exigiendo una explicación. —Sólo cállate, por favor —se limitó a decir la joven de ojos azules, para luego dirigirse a la que llevaba la delantera—. No siento nada raro, pero tengo un mal presentimiento. —Yo también —murmuraron a la vez las otras dos chicas. El trío se quedó parado examinando cada rincón y cada armario, como esperando a que algo fuera a salir de repente a atacarlas. Naia se acercó a la ventana. La luna llena brillaba en el cielo. Luego desvió su mirada al piano. Suspiró. Era de esperarse, después de todo era una leyenda urbana, no podía pedir que fuera cien por cien verídica. Un escalofrío recorrió la espalda de Naia, la cual se estremeció —debe de ser la ventana que está abierta, se dijo—. Alexis que se había volteado la miró. —¿Qué pasa? —dijo seria. —Nada, solo tengo frío —respondió totalmente despreocupada. Pero luego de decir esto se sorprendió. Era imposible. Llevaba puesta una chaqueta de mezclilla, lo cual era suficiente para abrigarla del poco frío que hacía. Algo estaba pasando en ese lugar, y no era nada normal. —¿Segura que estás bien? —inquirió Brooke, que estaba justo detrás de ella. —Estoy bien, en serio —se acercó a la puerta—. Voy a salir a tomar aire. —Pero... ¿y el conserje? —apenas lo oyó, Naia cerró los ojos. —No, está más abajo. Dudo que vaya a subir en un buen rato. —Ten cuidado —fue lo único que murmuró Alex mientras se sentaba frente al piano. ~ Ir a la parte 4 ~ |
voicë×Ŋαiα™ 16:10 |
—Podría decir lo mismo —repuso, en cierto modo ofendido, pero según Naia sólo estaba fingiendo estarlo—. En fin, ya me voy —comenzó a seguir con su camino, pero se detuvo unos escalones más adelante—. Por cierto, tienes linda voz —agregó sonriéndole y se fue—. Naia sintió que se sonrojaba. Menudo cretino. ¿Acaso la conocía? Además, no era un comportamiento lógico por parte de los hombres ser caballerosos y elogiar a chicas. Eso sería rebajarse o humillarse. Al menos todos los hombres que conocía eran así. ¿Es que este chico era diferente o tan solo lo hacía para congraciarse con cada chica que veía para así presumir que las tenía a todas comiendo de la palma de su mano? Ya comprendiendo su plan, abandonó la escuela, furiosa y sin prestar atención a los demás. «Muy bien», masculló para sí misma, importándole un comino si parecía idiota hablando sola. «Si ese es tu plan no te daré en el gusto, Raven». Se fue caminando a su casa. Después de todo no quedaba lejos, aunque sí estaba un tanto apartada del bullicio del centro de la ciudad, donde se encontraba su escuela. Al llegar, se dedicó a escudriñar en las profundidades de su bolso para sacar las llaves. Cuando entró no avisó que había llegado. Sabía que estaría vacía. Sus padres estaban de viaje. Siempre lo estaban. Esta vez se habían ido fuera del país, hacía unos meses y su abuela vivía bastante lejos como para ir a vivir con ella, aunque Naia ya estaba acostumbrada a estar sola. Era la hora del almuerzo, pero no tenía hambre. Decidió que después se prepararía algo. Se dirigió a su cuarto y encendió el ordenador portátil. Debía comenzar a buscar información para el trabajo del profesor Malone. ¿Una leyenda urbana reciente? ¿Cuál de todas? Siempre hay demasiadas leyendas dando vueltas por todos lados. ¿Cómo rayos sabría cuál era la que quería? Después de pensar un rato, concluyó que sería lo mejor ponerlas todas y luego él decidiría cuál era la que buscaba. Sonrió, alabando su astucia. Suerte que la primera semana de escuela no tenían clases en la tarde, así podría darse el tiempo de buscar con calma. Buscar leyendas urbanas recientes no era demasiado difícil, sólo era cuestión de saber usar las palabras correctas en el buscador y ser un poco selectiva. Después de probar con diferentes combinaciones encontró tres. Una que le llamó la atención la halló en el periódico de la escuela. Mencionaba que los fines de semana por la noche —otros decían que era en noches de luna llena— se oían ruidos provenientes de la sala de música. Contaban los rumores que era un piano, otros, un violín. Naia la descartó de inmediato, simplemente la leyó por pura curiosidad. No había oído nada de ello. Quizás sería por el hecho de que no era muy sociable del todo y no se preocupaba por rumores y cosas por el estilo. Pasó a la siguiente. Hechos sobrenaturales. «Te encontré», pensó, aunque se cuestionó luego. ¿Para qué querría un profesor de historia una leyenda urbana de cosas que quizás podrían tener una explicación científica —o no— sin relación alguna con la asignatura que impartía? Si algo se podía admitir era que ese profesor era muy curioso con sus hábitos y opiniones —y por eso lo admiraba, excepto cuando se ponía estricto, como aquella mañana—. Dejó de lado sus opiniones y se ocupó del artículo. Relataba hechos misteriosos, relacionados con incendios —«Típico caso de pirokinesis, probablemente. O un poltergeist», pensó Naia, que era una experta y fanática del tema—, avistamientos de fantasmas, muertes misteriosas y desapariciones, desórdenes en escuelas y demases. Releyó la última parte cuidadosamente. Desórdenes en escuelas. Quizás el asunto del piano tenía algo que ver. Era probable que hubiese algún espíritu «travieso» atrapado allí por alguna irresponsable sesión de ouija —según la chica, aunque se sea lo más precavido posible, siempre las cosas se salen de control con el «tablero maldito». Nunca se sabe a qué tipo de cosas atenerse—. Bostezó, mirando el reloj. Ya había pasado bastante tiempo y no había comido nada. No importaba mucho, de todos modos no tenía hambre. Estaba cansada, y prefería dejar ese informe más o menos adelantado, o por lo menos encontrar datos para que luego solamente restara elaborar un resumen y las opiniones y... ¡Ese profesor! treinta páginas, qué descaro. Y más encima para el último día de la semana. Viernes. Fatídico viernes, se dijo, mientras se daba una nota mental de no olvidar las reglas de la clase de historia. Siguió buscando, pero se hartó y apagó el ordenador. Fue a prepararse un té de naranja. Siempre solía calmarla ese sabor dulce. Cuando volvió a su habitación encendió el estéreo y colocó música suave mientras leía un rato. Una noche tranquila. Sin padres que la mangonearan. Sin hermanos que fastidiaran... Y así, con estos pensamientos en la cabeza, y sin darse cuenta, su cabeza cayó sobre su pecho. El libro resbaló de sus manos. Ya estaba oscureciendo. El reloj de la sala de estar dio las 8 campanadas. Una suave brisa se coló por la ventana que se le había quedado abierta, refrescando la estancia. Sumida en sus sueños, Naia se volteó en la cama, sin notar que en ese momento, desde la copa de un árbol que alcanzaba al segundo piso donde se encontraba, un par de ojos estudiaban cada movimiento que hacía, cada gesto. Todo estaba siendo fríamente calculado y analizado. Naia se despertó ya pasada la medianoche. Le sorprendió haberse quedado dormida. Se incorporó, mientras cerraba el libro y lo dejaba a los pies de su cama. Había tenido un sueño, estaba segura, pero no podía recordarlo con claridad. Tenía ideas e imágenes tan vagas que ni siquiera podían formar algo coherente. Se resignó, confiando en que quizás lo recordaría más tarde. Aún estaba un poco agotada, así que decidió seguir descansando tal y como estaba, ya que no quería ponerse el pijama. Dejó encendido el estéreo, apagó la luz y volvió a dormirse. No se dio cuenta de que olvidó cerrar la ventana. Al día siguiente, logró llegar a la escuela a tiempo, por suerte. Se sentó en su lugar habitual, entre Alexis y Brooke. La pelinegra la saludó vagamente cuando la vio colocar sus cosas en su banco. Estaba escuchando música. La chica le devolvió el saludo con una sonrisa cansada. La joven rubia aún no llegaba. Esta vez, la primera clase era lengua. Poco antes de que sonara la campana apareció Brooke, saludando con una sonrisa amplia a sus compañeras, las cuales le respondieron de una forma bastante parecida y desganada. Al rato apareció la profesora Crenshaw, para desperdiciar varios minutos poniendo orden y pasando lista. La clase transcurrió normalmente hasta que sonó la campana para el recreo. —¡Ya no aguanto más! —exclamó Naia, apoyándose contra la ventana. —El problema es que recién es Marzo —le recordó Alexis. —Lo sé, pero... ¡Estoy cansada de la escuela en general! —Sí, sí —blanqueando los ojos, pidiéndole que se tranquilizara. Siempre era tan escandalosa. —Oigan, ¿y ustedes han escuchado de esa leyenda urbana? —les preguntó. Ambas chicas la quedaron mirando con una cara que pedía explicaciones. —¿No? Es que el profesor me dio como tema de investigación una leyenda reciente. Pero no he encontrado ninguna que tenga relación con historia. ¿Conocen alguna? —Tú sabes que con ese profesor nunca se sabe. ¿Cuáles encontraste? —quiso saber Alexis. —Cierto. Encontré una donde hablaban de una música que se escucha de noche los fines de semana aquí en la escuela. No entendí bien si era un piano o un violín. —En la sala de música no hay violines hasta donde yo sé —¿Aquí? ¿En la escuela? —preguntó emocionada Alexis—. ¡Puede ser un fantasma! —Eso mismo pensé yo. Aunque también puede ser alguien que se consiguió las llaves —Eso es imposible. Tendrías que ser hijo del conserje —espetó Brooke—. Y no parece tenerlos. —Entonces no tengo idea. La siguiente era el típico artículo de muertes sin explicación, incendios, desapariciones, asesinatos... En fin, lo mismo de siempre —relató Naia—. Ah sí, también olvidé desórdenes en escuelas, pero no decía en cual. Si fuera ésta no me sorprendería. Quizás tiene relación con lo del piano. —Hmm, no lo creo —habló Alexis después de meditarlo un rato—. Yo creo que primero tendríamos que ver bien el asunto. —¿Tener que venir de noche a la escuela? ¡Genial! —exclamó entusiasmada Brooke—. Pero primero necesitamos las llaves para poder entrar. —Y tenemos que hacer algo con las cámaras de vigilancia de la entrada —acotó Whitelocke. —¿Sabían que no tienen cámaras en los laterales? Podemos entrar por ahí. —Alex, ¡eres un genio! —alabó Naia. —Lo sé —sonrió de medio lado—. Además, estoy segura que siempre dejan alguna ventana abierta. No será difícil entrar, una cosa menos de qué preocuparse. —Odio ser la pesimista —interrumpió la castaña— pero nos falta resolver lo de la llave del salón de música. Así no tendría gracia hacer una expedición gigante para nada —se cruzó de brazos, completamente frustrada. Alexis se encogió de hombros, como queriendo decirle que la solución era obvia. Volvió a sonreír de medio lado, como siempre solía hacer. —Supongo que un clip o una horquilla harán el milagro —señalando el pelo de Naia con un gesto, que siempre usaba algunas para mantener sujeto su largo cabello levemente ondulado—. Luego de eso sonó la campana. Por primera vez en lo que llevaba de escuela, la castaña no la maldijo por ser inoportuna. En cambio, había sido muy justa. Ahora le daría algo con qué entretenerse en clase. Seguía matemáticas. Lo necesitaría. El profesor entró al salón. Lo mismo de siempre. ¿Les mataría por una vez en la vida dejar de pasar lista? En verdad era tedioso responder lo mismo al principio de cada clase. La última era Alexis —su apellido era Winchester—. Poco antes de ella venía Brooke Williams. La pelinegra al responder, levantó la mano de forma perezosa mientras conversaba con Naia sobre cuándo y cómo entrarían a la escuela de noche. Ambas pensaban que sería divertido, y que más de una cosa encontrarían. En un edificio de varios años de antigüedad a esas horas se podían descubrir varias cosas, y mucho más si se tenía curiosidad, buena intuición, sentidos desarrollados y por sobre todo, un gran instinto de aventura. Lo único que se dedicó a hacer fue escribir una lista de cosas que necesitarían, la cual incluía linternas, algo con qué defenderse —desde un cuchillo de cocina hasta una pistola, pero eso era parte de lo que llevaría Alex, que tenía una—, velas por si se les acababan las baterías, cámara fotográfica —eso le tocaba a Naia, la pelinegra sólo podía usar la de su móvil y Brooke no tenía ninguna de las dos cosas—, muchas horquillas... Suspiró. Con eso bastaría, no había por qué ser demasiado precavida, pensó. Miró su reloj de pulsera. Aún faltaba casi más de media hora para que acabara la clase y el profesor sólo ponía ejercicios. No le gustaban las matemáticas y mucho menos los complicados problemas. Sabía resolver algunos, pero con otros no estaba segura. Decidió resolver los primeros por si la interrogaban. Estornudó de repente. Debió de haberse resfriado. ¿Era idea suya o hacía mucho calor? Imposible, las ventanas estaban abiertas de par en par. Se tocó la frente, pero no la notó mal. Aún así, se sentía un poco mareada. —Oye, ¿estás bien? —Alexis se volteó para preguntarle—. Parece que tienes fiebre —No, estoy bien —le aseguró—. Solo tengo un poco de calor —¿Esperas que me crea eso? —le dijo seria, mirándola fijamente—. Ve a la enfermería —Pero si no es nada grave, ya se me pasará. —Te digo que vayas. Ahora —eso ya había sonado más como una orden que una petición. —¿Por qué no vas Nai? —preguntó Brooke, preocupada—. Además así pierdes clase. —Tienes razón, estos ejercicios ya me aburrieron —bufó, levantándose. Al llegar al pizarrón pidió permiso para ir a la enfermería por algo para la fiebre. Si tomaba algún medicamento se le pasaría para el toque de campana. Sus resfriados en esta época no eran tan graves. Los peores venían en invierno. La enfermería era un salón bastante pequeño. Sólo tenía espacio para un estante con medicamentos y demases, un lavabo, un escritorio y una pequeña camilla. Para ser una escuela tan grande, el lugar era un espacio muy reducido. Cuando la encargada notó que estaba allí le preguntó si necesitaba algo. Ella le pidió una píldora para el resfriado. La enfermera la miró detenidamente y la examinó con la mirada. Había pasado su inspección de credibilidad. Luego de esto le entregó un vaso de agua junto con lo que había pedido. Se sentó un rato en la camilla después de beberse el líquido. Para cuando sonó la campana ya se sentía mejor, así que decidió dirigirse a su salón. Volvió a atravesar el largo pasillo y bajar un par de escaleras, ya que la enfermería se encontraba en el quinto piso, el último. Cuando iba caminando por otro pasillo, le pareció haber visto algo por el rabillo del ojo. —«No estaré viendo cosas, ¿o si?» —pensó mientras se frotaba los ojos y seguía caminando. Al entrar al salón vio a Alexis sentada sobre su banco con los ojos cerrados, apoyando la espalda sobre la pared, escuchando música y a Brooke meciendo sus pies distraídamente mientras tarareaba una canción. La joven de ojos ámbar se sacó uno de los audífonos que llevaba puestos. —Volví, ¿contentas? —dijo mientras se dejaba caer sobre su banco. —Mucho mejor —mirándola de reojo—. Te mandé para allá porque me preocupaste, idiota. —Te dije que no era nada grave, ya se me pasó —repuso desganada. —Pero aún así, casi nunca te resfrías con este clima —le espetó seria. La castaña abrió la boca para comentarle algo, pero fue interrumpida. —Bueno, bueno, Nai ya está mejor, ¿no? —agregó sonriente Brooke—. Y eso es lo que importa. —Si... —murmuró la aludida, distraída—. Entonces, ¿cuándo hacemos la expedición nocturna? —Ni idea —dijo la pelinegra encogiéndose de hombros. —Supongo que sería lo mejor que fuera un día viernes. Así no tenemos que preocuparnos de los exámenes o de los deberes —acotó la ojiazul. —Tú y tu sentido de responsabilidad, Naia —le reprendió meneando la cabeza—. Pero bueno, también sería mejor el viernes porque así podemos llegar tarde a nuestras casas. Podemos poner alguna excusa de una fiesta o qué se yo. Bueno, a mí me vale. Puedo escaparme de todas maneras. —Mis padres están de viaje así que no importa. —Yo puedo cualquier día, da igual —dijo la rubia, radiante como siempre. —Ahora que me acuerdo tengo que hacer el informe para Malone, así que por mí, definitivamente queda para el viernes, no sé ustedes. —Claro, no sería lo mismo sin ti —exclamó Williams haciendo escándalo. —Obviamente, además la que nos contó de la leyenda fuiste tú —dijo la de los ojos ámbar. —Supongo que sí —suspiró—. Saben que yo sólo soy la que pienso. —Pero eso es bueno, Nai —gimoteó Brooke. —No vamos a empezar de nuevo con lo mismo de siempre Naia —le reprochó Alexis. —Bueno, bueno ya me callo —terminó la ojiazul, ofendida. En ese momento notó que alguien las estaba observando. Era Raven, que estaba hurgando en su bolso para sacar algo, pero apenas sintió la mirada de la joven sobre él, la desvió rápidamente. —¡Cómo odio a ese tipo! —exclamó de repente. —¿Por qué tanto? —inquirió la pelinegra. —Porque es un engreído, cretino, narcisista... ¡Como todos los hombres! —Vamos, aún no lo conoces, dale una oportunidad —dijo Williams. —Brooke, ¿sabía que a veces tu alegría radiante me enferma demasiado? —masculló molesta. —Somos dos —dijo Naia—. Además, es en serio. No me da para nada buena espina. —En fin —por lo visto el comentario no la había afectado—. ¿Por qué no cambiamos de tema? Ninguna habló. No había nadie en el salón. Raven se había ido hacía un rato. Bueno, mejor para todos, pensó Naia. Sólo era un estorbo. Pero... ¿de verdad lo odiaba tanto? No podía ser tan prejuiciosa. Aunque esa sensación que sentía no era nada bueno, y hasta ese momento no había fallado con nadie. «Siempre hay una primera vez para todo» se dijo, sin embargo esa no era la idea, por supuesto. Despertó de su divagación al sentir los ojos de Alexis clavados en ella. ~ Ir a la parte 3 ~ |
voicë×Ŋαiα™ 16:03 |
Bueno, este es el capítulo número 1 de mi novela, titulada "Ajedrez" (Al menos así se llamará por ahora)... No les diré bien de qué se trata o si no no tendría gracia ¬ 3¬... así que leanla y después darán opinión.... |
voicë×Ŋαiα™ 15:50 |
About Me |
Nombre: Natalia
|
It's my life! |
●• About me •●
|
Links! |
Kamira-chan (Trio CNN)
|
A.j.e.d.r.e.z |
●• 0.1 Visitas •●
|
Fandubs |
Antoinette Blue,
New Future,
|
Mis fandubs |
|
Tag Board |
|
el archivero |
|
Layout Information |