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lunes, 8 de septiembre de 2008
Still Doll

Otro más a la lista xD... he ido demasiado lento ultimamente! Dx... en fin, esta vez le toca al ending de Vampire Knight, "Still Doll" interpretada por Kanon Wakeshima... Muchas gracias a los que me han apoyado!! T-T en especial a Kuro-san por su ayuda en la pelea contra el maldito karaoke que no quería ser editado XD... Esta vez no está dedicado a nadie en especial... pero lo único que agrego es que cuando escucho esta canción me acuerdo de alguien XD (...soulless ningyo? wtf? xD)

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Serie: Vampire Knight
Cantante: Kanon Wakeshima
Adaptación y Karaoke: VoicexNaia
Edición del Karaoke y Mezcla de Sonido: Kurosuke (:O!! muchas gracias!!)

* Links de descarga:
. Video // . Audio

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* Letra (si quieres usarla pídele permiso al creador ¬ ¬)

Dime Alice
¿qué sueños puedes tú ver...
en tu sangriento espejo?
¿quién te encadenó?
¿quién te hipnotizó?

Sola estoy aquí
en el suelo me quebré
y mi alma voló

Mis memorias
suspiran hoy ya sin voz
que te quiero a ti

Y tú aún no me ves...
y tú aún no me ves...

voicë×Ŋαiα™ 14:52
martes, 2 de septiembre de 2008
Light Colors


Bienvenidos!! nOn este es el fandub con el que.... uh.... debuté? xD... es el conocido opening del juego Tomoyo After. Nada más que agregar xD, sólo que pronto pondré una versión regrabada.

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Juego: Tomoyo After (basado en Clannad)
Cantante: Lia
Adaptación y edición: Sergiojroctubre

* Links de descarga:
. Video // . Audio

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* Letra (si quieres usarla pídele permiso al creador ¬ ¬)

Cuando me digan que algo no se puede realizar
cuando las puertas vayan a cerrar
no descansaré, no es el final
nunca pierdo las esperanzas
mi valor traerá una respuesta

No cerraré los ojos aunque ya no pueda más
aunque todo parezca oscuridad
preparada yo siempre estaré
aunque nadie crea que podré
mi coraje hará que todo brille otra vez

Yo creo que un nuevo día se puede mejorar
confía en mí, una vez más te lo demostraré

Al mundo yo traeré el color
aunque tu día se encuentre gris
puedo hacerlo no dudes más
aunque tenga que hacerlo sola

Te demostraré que puedo
pintarte un futuro mejor
ya lo verás
toma mi mano y ven conmigo

voicë×Ŋαiα™ 19:49
lunes, 1 de septiembre de 2008
Visitas (parte 7)

—¡Ten más cuidado, idiota! —exclamó, señalando una rama caída justo donde segundos antes había estado la castaña, cuya cara estaba totalmente pálida.

—Esto no es un temblor normal —aseguró con la mirada perdida en dirección al árbol.
—Por supuesto que no... —comenzó Alex.
—Ahora tenemos que averiguar qué lo causa... ¿Tienes alguna idea?
—Chicas... ¿qué está pasando? —preguntó Brooke, aún en shock.

—No tenemos idea aún... pero no pasa nada, tranquila —dijo Naia, tratando de calmarla, obteniendo por respuesta una mirada de soslayo por parte de la pelinegra.

Entonces Naia se puso de pie y el grupo se reunió. Se mantuvieron juntas por si algo volvía a pasar. Poco a poco el temblor fue disminuyendo su intensidad, hasta que sólo se volvió un mero recuerdo. Ya todo estaba en calma como si nada hubiese ocurrido.

—Se acabó. Ya no entiendo nada —exclamó Naia, revolviéndose los cabellos— ¿Alex?

La chica no respondió. Ya se había adelantado unos metros y caminaba con paso decidido, internándose en la zona antigua del cementerio. La rubia y la castaña la siguieron rápidamente para no quedarse atrás. Alexis no volteaba y se dirigía rápidamente, cosa que hacía que a Naia y Brooke les costara seguirle fácilmente, ya que varias veces la perdieron de vista y gracias a la intuición de la primera pudieron hallarla al rato.

—¿Y a ti que te pa...? —no alcanzó a terminar de preguntar ya que se quedó congelada.

Se encontró en un lugar desconocido para ella, pero aún estaban en el cementerio por lo visto. Habían lápidas tiradas por todos lados, flores esparcidas, y por sobre todo... sangre. Mucha sangre que le daba a la escena un tono más tétrico del que ya poseía de por sí.
—¿Qué mierda pasó aquí? —preguntó Naia— Cualquiera diría que fueron unos profanadores de tumbas. Quizás estaban excavando y llegaron otros más que los mataron por quedarse con «su parte» —murmuró para sí misma, pensando en voz alta—. O puede que...

—Dudo que haya sido algo de eso... —la que habló esta vez fue Brooke, seria. Alexis y Naia la miraron, sorprendidas.

—¿Por qué? ¿Por qué dices eso? —preguntaron Alexis y Naia, respectivamente.
—No sé. Solamente se me ocurrió —respondió, sonriendo como solía hacer.
—Bueno... ¿nos vamos? —sugirió Alexis, mostrando su sonrisa de lado.

Brooke asintió y se adelantó un poco con Naia, la que volteó para ver qué hacía Alexis. Le pareció ver que la pelinegra se agachaba por un segundo a recoger algo, pero quizás fue su imaginación. Por lo visto, lo que había ocurrido esa noche seguiría como un misterio... «Pero no por mucho» pensó antes de salir del cementerio junto con las demás y separar su camino para dirigirse a su casa. Al irse del lugar, no notó que la niebla había desaparecido por completo.


**FIN DEL CAPITULO 1**
voicë×Ŋαiα™ 16:21
Visitas (parte 6)

—¿Es idea mía o hay demasiada niebla? —preguntó Naia, temblando de pies a cabeza.
—¿Niebla? ¿De qué estás hablando? —inquirió Brooke, confundida.
—No hables gilipolleces —le espetó Alexis—. No puede haber niebla aún.

La chica se confundió mucho más. ¿Se estaba volviendo loca? ¿Le fallaba la vista acaso? No lo sabía, pero estaba cien por cien segura de que había una niebla que se extendía por todo el lugar, rodeando al trío. Alexis la reprendió por no haber traído algo más abrigador.

—Pero no creí que iba a hacer tanto frío aquí —replicó a modo de excusa—. Estamos recién comenzando marzo. ¡No puede estar tan congelado! ¡Ya parece invierno! —se quejó.

Apenas terminó de hablar se dio cuenta que Brooke ya estaba en la entrada del cementerio, esperándola. Alexis ya se había adelantado y se la veía caminando muy tranquila pero decidida. Naia se extrañó. Parecía que supiera lo que estaba buscando —si es que era eso lo que estaba haciendo—. Corrió para alcanzar a su amiga, mientras frotaba sus brazos con fuerza para hacerlos entrar en calor. Cuando se cansó, se dedicó a calentar sus manos con su aliento. Era imposible no tener frío si solo usabas unos jeans, botas, una blusa bastante delgada y sobre ésta una chaqueta de mezclilla. Para la temperatura del lugar eso era como ir usando un traje de baño al polo norte.

La chica de cabello negro estaba en una encrucijada mirando hacia cada lado, decidiendo a dónde iría esta vez, mientras aprovechaba para esperar a la castaña y a la rubia, que llegaron un poco después.

—¿Qué pasa? —le preguntó Brooke a su acompañante, al notar que se había dado la vuelta.
—No es nada —negó con la cabeza.

Pero mentía. Hacía unos segundos había sentido a alguien justo detrás de ella. ¿Acaso había sido su ángel? Lo dudó, porque de haber sido así, se habría mostrado. Pero por otro lado, no necesariamente las cosas debían ser de ese modo. Apartó esos pensamientos de su cabeza para seguir caminando.

—No es por nada pero... ¿A qué venimos? ¿Estamos buscando algo en especial?
—Vamos, Nai. ¡No seas amargada! ¿Acaso tenías algo más que hacer?

Llegaron a un lugar antiguo del cementerio en el cual el camino estaba completamente hecho de tierra, a diferencia de la zona más nueva.

—Ya no encontramos nada. ¿Por qué no volvemos? —sugirió Naia, que ya no soportaba el frío.
—¿Tienes miedo? —fue lo único que preguntó Alexis.
—¡Por supuesto que no! —replicó la chica— Sé que vamos a encontrar algo aquí pero...
—Pero tienes un mal presentimiento, ¿es eso? —completó la pelinegra.

Naia sólo se limitó a asentir con la cabeza. No podía rebatirle eso. Tenía toda la razón. Estaba ansiosa porque algo le decía que esa noche iban a descubrir algo, aunque su intuición le decía que no era nada bueno en absoluto. Pero quiso dejar de pensar en el asunto. Le dolía la cabeza y también sus manos y pies, gracias al frío.

—Alex... en serio. Este asunto del frío y la niebla me huelen mal

—Naia. Ya te dije que no hay niebla... —masculló pausada y calmadamente, cosa extraña en ella— Y el asunto del frío es porque te congelas hasta con una brisa de verano —dijo burlona, mientras miraba de reojo a Brooke para analizar su reacción.

—Bueno, entonces yo estoy alucinando o necesito lentes —se quejó. Estaba segura de lo que veía, y le molestaba que alguien lo negara. ¿Quién de las dos se equivocaba aquí?

Por un segundo le pareció ver algo a lo lejos. Miró a Alexis y Brooke, que estaban distraídas examinando una tumba. Después de pensarlo un rato se dirigió a aquel lugar y se encontró con otra encrucijada. La cantidad de niebla era exactamente la misma: como una capa de humo que la cubría por completo, mientras el frío le calaba los huesos. Miró hacia todos lados, esperando ver algo o a alguien. Nada. Hasta que sintió una presencia justo detrás de ella, como la última vez —¿qué manía tiene, sea lo que sea, de colocarse a sus espaldas?—. Al voltearse, sus ojos azul grisáceos se encontraron con unos de color verde intenso, como la hierba. Tal fue la sorpresa de Naia que retrocedió un par de pasos hasta toparse con un árbol. Ante ella se encontraba un joven más o menos de la misma edad que aparentaba su supuesto ángel —según la chica, no debía de pasar los veinte—, de cabellos oscuros ni cortos ni largos, lisos pero revueltos a la vez. Al parecer también estaba sorprendido, ya que imitó a la castaña al verse descubierto. La joven lo analizó lentamente con la mirada, como queriendo recordar dónde había visto a alguien así, hasta que reaccionó.

El joven sólo se limitó a desviar levemente su mirada y hundir ambas manos en sus bolsillos, haciendo un ademán de dar la vuelta y marcharse.

—Oh, no. Tú no te irás —exclamó Naia—. ¿Quién te crees que eres, jugando a ser espía, ¡Estoy segura de que eras tú el que me seguía!

—Me creo quien soy, nada más —se alejó caminando tranquilamente—. El mundo no gira alrededor de ti —terminó diciendo antes de desaparecer definitivamente—. Yo hago lo que se me venga en puta gana.

—¡Idiota! ¡Púdrete! —gritó a todo lo que daban sus pulmones y al no obtener respuesta, se enfurruño, cruzándose de brazos— Lo odio.

—Naia, ¿estás bien? Te oí gritar y pensé que te había pasado algo —dijo mientras observaba a su alrededor, esperando encontrar a alguna especie de ladrón. Alexis estaba detrás de ella, mirando fijamente a su amiga, inquisidora.

—Para variar, nada. Sólo me... —hizo una pausa mientras pensaba una excusa creíble que no la delatase— asusté porque vi una araña —mintió, riendo nerviosamente.

Notó que Alex rodaba sus ojos, incrédula. Ella sabía que mentía por supuesto, pero no podía hablar del tema con su curiosa amiga rubia ahí. Decidió decirle más tarde. No era un buen momento en absoluto, ni mucho menos el lugar apropiado. Sentía que su corazón se salía por su garganta. Aquel encuentro la había tomado por sorpresa. La pelinegra se acercó a ella y le indicó por señas que se apartaran un poco para hablar. Al ver que Brooke las seguía le indicaron que esperara allí.

—¡No es justo! Siempre hacen «reuniones secretas»! ¡Quiero saber! —lloriqueó.
—No, Brooke —repuso cortante Alexis—. Esto no te importa.
—Ya venimos, no te preocupes —se disculpó Naia, para suavizar lo dicho por su amiga.

Se colocaron por detrás de unos árboles, de forma que Brooke no pudiera leerles los labios. De todos modos, hasta donde Naia sabía, su amiga no podía hacerlo, así que estarían bien. Alexis la miraba fijamente de brazos cruzados, pose que solía adoptar cuando estaba impaciente, cuando pensaba o esperaba una respuesta a algo.

—¿Y bien?

Naia suspiró. No le gustaba que la presionaran. Además no quería hablar del tema con la de los ojos ámbar. En otros casos sí, pero el asunto que estaban a punto de tratar era... ¿delicado? No... ésa no era la palabra que buscaba, pero de todos modos... Tomó aire y preparó la respuesta mecánicamente en su cabeza, junto con la posible reacción y preguntas que podría realizar su amiga.

—Creo que... él volvió —arrastrando las palabras pesadamente y con desgano, mientras ponía sus ojos en blanco. Había un dejo de molestia en su voz.

—¿En serio? —no parecía muy interesada en el tema, pero la chica pensaba que lo decía para hacerle creer que no le importaba en absoluto.

—Si... Tú lo sabías, ¿no es así? —le respondió acusadoramente.
—¿Y qué si lo vi? —sonrió irónicamente, mientras se encogía de hombros.
—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó, ofuscada.
—¿Para qué? No te importa en absoluto —parecía estar enfadada con la situación.

—¡Oye! ¡Claro que sí! —luego de calmarse un poco, suspiró y tomó aire—. ¿Dónde y cuándo lo viste? —preguntó de forma que no demostrara demasiada preocupación. Quizás Alexis podría reaccionar más enfadada de lo que ya estaba.

—Hace casi una semana ya —respondió, tratando de mantenerse tranquila—. Lo vi por ahí en la calle. Bueno, tú me entiendes, ¿no? —sonrió como acostumbraba a hacer.

—Bueno, ¿y? ¿Dijo algo interesante?

—No hablé con él, idiota —agregó rodando sus ojos—. Sabes bien lo que pasó, ¿por qué habría de acercarme a él?. Imbécil.

—Yo... —dudó un segundo, pero sucumbió a la exasperación— ¡Ese idiota! ¿Qué demonios se cree que es? —exclamó revolviéndose los cabellos.

—Ni idea. Pero mientras no nos moleste, su trasero estará a salvo —le dijo con una sonrisa maquiavélica en su rostro.
—Por supuesto que no lo estará —dijo riéndose—. Se lo merece después de todo.

Alexis sólo se limitó a mirarla de reojo de forma socarrona, a la vez que hacía crujir sus nudillos y dedos.

—Espero que no se vuelva a aparecer por estos lados —agregó Naia, suspirando.
—Sí... —murmuró Alexis y luego de una pausa, preguntó— ¿Qué te pasa?
—¿No lo sientes? —quiso saber. Se había detenido y hablaba pausadamente.

Alexis le dirigió una mirada que Naia interpretó como «Lo siento perfectamente, pero no me importa». A la pelinegra nada le importaba, si ese era el asunto. Se volteó hacia ella para decirle algo.

—Alex, de verdad tengo un mal presentimiento. Esta sensación... —murmuró rápidamente.
—¿Cuál? —la interrumpió, esperando que se aclarara mejor.
—Un vacío en el estómago... y también, bueno... tú sabes —dirigió su mirada hacia su pecho.
—Ya, ya. Vamos antes de que Brooke empiece —la reprendió, empujándola.
—Pero...
—Si algo va a pasar, pasará. Deja de ser tan miedosa, Nai

Ni bien habían avanzado un par de pasos, la tierra bajo sus pies comenzó a temblar. Las chicas observaron cómo las ramas de los árboles se sacudían a medida que los zarandeos aumentaban de intensidad. Naia tenía que dar pasos lentos y de forma insegura —gracias a su pésimo equilibrio—, por el contrario de Alexis, que avanzaba a zancadas y con movimientos levemente felinos hacia la rubia Brooke, que estaba nerviosa mirando a todos lados, esperando que todo pasara en cualquier segundo.
—¿Qué...? —alcanzó a decir Naia antes de que Alexis la empujara.

~ Ir a parte 7 ~

voicë×Ŋαiα™ 16:18
Visitas (parte 5)
Su casa estaba igual de silenciosa, al menos hasta que la ojiazul encendió el estéreo. Comenzó a pensar en sus padres. Hacía un par de meses que se habían marchado fuera de la ciudad por razones de trabajo y aún les quedaba mucho: debían de recorrer el resto del país. Y según la última llamada que recibió de ellos —un par de días atrás—, con suerte les faltaba mucho más de la mitad. Pero, en fin, ya estaba acostumbrada a ese estilo de vida; por lo menos tenía a sus amigas.

Entonces, las dudas comenzaron a acudir a su cabeza. El hecho de que su ángel se hubiese mostrado ante ella tenía que significar algo, ¿pero qué? Quizás quería su ayuda, ¿o acaso advertirle de algún suceso importante? Luego otro pensamiento invadió su mente. Sacudió su cabeza. No quería recordar asuntos como ese. A pesar de todo, debería seguir adelante...


—¡Sí! ¡Yo me apunto!
—¿En serio? —preguntó ilusionada Alexis—. Sólo falta averiguar a qué hora
—Yo paso por ahí camino a mi casa. Yo me encargo —sonrió orgullosa—. Para mañana, ¿no?
—A menos que tengan algo que hacer...
—Tú sabes que yo nunca hago nada —replicó Naia, mirándole de soslayo.
—¡Entonces está decidido! ¡Mañana habrá visita nocturna al cementerio!
—En serio, Brooke —suspiró desganadamente Whitelocke—, deja de ser tan entusiasta
—Todos me odian —balbuceó, fingiendo lloriquear.
—Ya, ya, está bien —trató de calmarla hasta que sonó la campana.

En la clase, Naia no estaba prestando demasiada atención. Sus ideas se habían ido a otro lado. Por suerte, la profesora no se había dado cuenta. Se dedicó a pensar en el asunto del cementerio. Sabía que esta vez sí lograrían conseguir algo, aunque, su entusiasmo se fue apagando gracias a sus preocupaciones: ¿Acaso encontrarían algo peligroso? ¿Por qué tenía un extraño presentimiento? Por un lado estaba ansiosa; por el otro, extremadamente preocupada. No por ella misma, sino que por la seguridad de sus amigas. Más que por Alexis, que sabía defenderse sola, se preocupaba por Brooke. Además, lo que más la desesperaba era no comprender lo que estaba sucediendo a su alrededor. Siempre había tenido esa avaricia, esas ansias de entender y saberlo todo. De pequeña la gente se le acercaba y la llamaban inteligente, la creían el cerebro del grupo. Pero ahora comprendía que eso no era ni siquiera la punta del iceberg. Aún le faltaba mucho por saber.

Sin darse cuenta, la clase ya había terminado. Las chicas se habían ido, lo cual le pareció extraño a Naia, ya que ellas nunca se iban sin despedirse. Entonces pensó que quizás sí le hablaron, pero no lo notó. Sin distraerse por la gente que se aglomeraba a su alrededor, salió de la escuela y se dirigió a su casa. De camino se preguntó si su supuesto ángel estaría allí a su lado, siguiéndola. Volteó a todos lados. Nada. Cerró sus ojos, concentrándose en sentir algo cerca de ella. Mucho menos. Sólo consiguió notar un par de autos que pasaban y la gente que cruzaba la calle. Se encogió de hombros, resignada y entró a su casa: el número setenta y nueve de Oakstreet, o la «calle del Roble», como otros la conocían. Luego de comer fue a su habitación. Estaba igual que como la había dejado antes de irse en la mañana: hecha un completo desastre. Ropa tirada, la cama revuelta, papeles desordenados sobre su escritorio, el ordenador prendido... Nada fuera de lo común. Pero luego de arreglarla un poco, se lanzó sobre su cama, haciendo rebotar el colchón, como siempre lo hacía. Después de dormirse, poco le importaron sus preocupaciones.

Despertó un par de horas después gracias al ruido que hacía su móvil. Era Brooke. Lo reconoció por el tono particular que le había asignado a sus llamadas.

—¿Qué pasa, Broo? —contestó animada, para ocultar el hecho de que acababa de despertar.

—¡Averigüé el horario del cementerio! —se oía emocionada como si tuviese una primicia, aunque Naia no podía saber si era la primera en enterarse de la noticia o qué.

—¿Y? ¿Me lo piensas decir o no? —preguntó impaciente, mientras se pasaba una mano por la cara, tratando de que su mente se despertara.

—Pues... —su tono de voz hacía creer que lo había olvidado, para desesperación de Naia— si mal no recuerdo era a las once los fines de semana. Los días de semana a partir de las nueve y media de la noche, aproximadamente.

—Ya veo. Nos ponemos de acuerdo después con Alex, ¿vale? —su cerebro sólo le pedía dormir en ese momento. No quería pensar ni planear nada. No estaba de humor.
—Bueno... —respondió un poco desilusionada— Yo pensaba en que fuéramos mañana, ¿qué te parece? ¡Anda Nai, no seas mala, di que sí!

—No sé, no sé. Te diré más tarde, ¿te parece? Bye bye —se despidió, cortando la llamada.

Después de haber guardado su celular le pareció un poco ruda la forma de responderle a su amiga. Pero no podía evitarlo. No estaba de buen humor, y no era solamente por el hecho de que la hubiesen despertado. Había algo más que la hacía sentirse así y no tenía ni la menor idea de qué era. Aunque ya estaba acostumbrada a que le ocurrieran cosas como esas, le molestaba sobremanera no comprenderse a sí misma.
voicë×Ŋαiα™ 16:17
Visitas (parte 4)
La brisa helada le sopló en la cara apenas abrió la puerta. Eso alivió un poco la sensación de mareo que sentía. Quería ir a un lugar más amplio; no le gustaba el balcón que estaba junto a ella. Prefirió algo más elevado para pensar, así que subió los tramos de escaleras que faltaban para llegar a la azotea. El lugar estaba tranquilo y semi iluminado. Las nubes habían tapado la luna. Se apoyó contra la baranda y miró alrededor para luego cerrar los ojos y relajarse. Los abrió rápidamente y miró a todos lados. Había algo, alguien detrás de ella. Cuando se volteó no vio nada. Suspiró. Quizás fue idea suya.

—«¿De verdad estoy alucinando? ¿O acaso será que...?» —se preguntó.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una fuerte ráfaga y el resonar del metal de la baranda, como si hubiese sido golpeado. Volteó una vez más. Esta vez sí había alguien. Naia se sorprendió. Ante ella se encontraba un joven que no aparentaba más de unos 19 años, de cabellos rubios, cortos y revueltos, y unos ojos azul cielo intensos que le devolvían la mirada de forma seria, aunque a la chica le pareció más como un escáner que la analizaba minuciosamente, como si nunca hubiese visto a otra persona. Lo único que pudo hacer en ese momento, luego de la sorpresa, fue retirarse unos cuantos pasos. Le sorprendió el hecho de que una persona pudiese equilibrarse de semejante manera sobre una baranda tan delgada. No podía ser humano, era imposible. Quizás se equivocaba. El rubio rodó los ojos y rió levemente para luego dejarse caer y sentarse.

—¿Qué pasa? ¿Nunca habías visto a uno como yo? —le dijo, completamente divertido.

Ese fue el punto límite. Estaba en el umbral de la confusión total. Aunque con esa pregunta, la chica había confirmado sus sospechas. El joven que se encontraba frente a ella no era humano. Definitivamente no podía serlo. Ahora solo restaba averiguar qué era. Después de un largo momento de silencio entre ambos, se oyó una voz suave, que pertenecía al rubio.

—Parece que ya tienes tu respuesta, pero no quieres aceptarlo, en el fondo —meneó la cabeza, sonriendo burlonamente.

La chica se sorprendió; en cierto modo había conseguido adivinar sus pensamientos. Ya que no era improbable a estas alturas de que lo hubiese hecho, se detuvo para analizar la situación: su agilidad, su físico... era factible, pero completamente extraño a sus ojos. ¿Por qué justo en ese momento tenía que aparecer alguien como él? El viento comenzó a soplar.

—¿Eres... un ángel? —extrañada por lo que acababa de preguntar.
—Ya era hora, lenta —respondió chasqueando su lengua.
—¿Acaso eres un ángel guardián? —preguntó un tanto ofendida.

Ya le estaba molestando tener que lidiar con aquel tipo, pero si quería saciar su curiosidad, debería seguir soportándolo. Alzó una ceja, aunque se sentía incómoda por preguntar algo tan obvio, pero tampoco quería callar.

—Sí —rodó sus ojos—. Y yo soy el tuyo, por ciertas circunstancias que, asumo, deberías conocer —el incómodo silencio aclaró todo—. Ya veo... o no sabes nada, o me ocultas todo.

—Pero —musitó nerviosa—, si eres un ángel, ¿cómo puedo verte?

—Eso es porque —se deja caer de la baranda, sentándose en ella mientras apoyaba sus brazos en sus piernas, con los dedos cruzados en el vacío— las habilidades que tienes se han despertado. Sin ellas dudo que siquiera puedas sentir mi presencia. Pero aún siguen siendo débiles, por lo que puedo notar.

—¿Yo? ¿Habilidades? ¿De qué mierda hablas? —musitó confundida—. Yo no tengo poderes.
—Claro que las tienes, ya te lo dije —rodó sus ojos—. Así que punto... eres muy molesta.

La chica estaba ofendida, así que no hizo nada más que lanzar un leve bufido. En ese momento una pregunta surgió en su cabeza, así que abrió la boca y miró al joven. El único problema era que ya no estaba. Una puerta se abrió. Se cubrió los ojos para protegerlos de la luz que ahora la apuntaba.

—Oye, Nai —era la voz de Brooke—. ¿Ya estás mejor? Te vine a buscar porque te demorabas mucho y... ¿Qué pasa?

—Nada. No es nada —respondió agitando su mano, en señal de despreocupación—. Sólo... estaba viendo la luna —suspiró luego de una pausa—. ¿Y Alexis?

—Está allá abajo. Bastante aburrida porque no encontró nada —le dedicó una mirada de soslayo y se le adelantó.

—«Ella no habrá encontrado algo, pero yo sí. Esto tiene que saberlo» —pensó mientras bajaba las escaleras y entraba en el salón de música.

Un escalofrío recorrió su espalda apenas sintió la fría pero asesina mirada de la pelinegra sobre ella. La excusa de Naia no se hizo esperar.

—Oye, ¡no es mi culpa que no hubiese nada!
—Claro que sí, ¡tú nos contaste y fue tu idea!
—Sí, pero las que se entusiasmaron fueron ustedes —le espetó.
—Pero tú seguiste con el asunto y la corriente —repuso Alex.

—Vale, vale. Fin del asunto, perdón. No creí que... —suspiró y luego dio un salto al recordar algo— Oye... —después miró de reojo hacia atrás y notó que Brooke seguía ahí—. Brooke, ¿nos podrías dejar solas un rato?

La rubia las miró dubitativa. Después de meditarlo un poco salió del salón, cerrando la puerta tras ella con suavidad para no hacer ruido y, en consecuencia, llamar la atención.

—Y bueno, ¿qué querías decirme? —inquirió, estirándose en su silla, extendiendo sus piernas y cruzándolas sobre la mesa.

—Este... algo me dice que mis habilidades mejoraron —su receptora abrió un ojo, instándola a que continuara—. ¿«Por qué», preguntas? Vi... vi a un tipo allá en la azotea —apuntando sobre su cabeza con el dedo.

—¿Y? ¿Qué pasa con el tipo ese?
—Era extraño. Se hizo llamar mi ángel —respondió un tanto apesadumbrada.
—Pero yo creí que... —murmuró confundida, alzando una ceja.
—¿Eh, de qué estás hablando? ¿Creer qué?

—No, no. Nada que te importe. No empieces con eso... algo debe de haber pasado —murmurando para sí, un tanto confundida.

—Ah, si. ¿Qué? —preguntó completamente seria. No quería seguir con el tema.
—¡Qué sé yo! —hizo una pausa y luego preguntó— ¿Y cómo era?

—Lo dices como si eso fuera lo más importante —replicó desganada—. Pues... era rubio de pelo corto y revuelto, y para variar, de ojos azules.

—No lo sé. Supongo que tendremos que dejar el asunto para otro día, cuando pueda averiguar algo sobre todo esto —dijo de repente, pensativa.

—¡No! —exclamó Naia— ¡Ni se te ocurra hacer eso! Lo que menos quiero es que...

—Sabes que no es problema para mí —le dijo totalmente seria—. Si te digo que lo haré, es porque puedo, no te preocupes.

—Pero... —no alcanzó a terminar, porque Brooke abrió la puerta.
—¿Ya terminaron? —preguntó entre alegre y tímida.
—Sí —dijo Alexis, levantándose mientras se ponía sus audífonos—. ¿Nos vamos?

Naia suspiró. Estaba tan cerca de hallar la verdad como de los límites de la ciudad. Sabía a la perfección que Alexis podía ayudarla a descifrar todo, pero no quería que se arriesgara. La morena era capaz de poner su vida en peligro por una amiga. Y eso era lo último que le gustaría que pasase. Pero por desgracia su hambre de curiosidad no la dejaba en paz y la obligaba a buscar más y más. Tenía claro que un día esa sed la llevaría a su perdición. Y quizás no sólo la suya.

Luego de salir de la escuela sin ser vistas, y por el mismo lugar por el que habían entrado, las tres chicas se despidieron, tomando cada una un camino diferente.

~ Ir a la parte 5 ~
voicë×Ŋαiα™ 16:14
Visitas (parte 3)
—¿Qué? ¿Tengo algo raro? —riendo nerviosamente. Esas miradas que lanzaba de repente la incomodaban un poco. Era como si estuviera leyendo tu mente, y en algunos casos eso podía ser perturbador.

—A mí no me engañas. Te pasa algo —se acercó a ella para que la chica rubia que estaba detrás de ellas no pudiera oír la conversación—. Anda, dime qué te pasa.

—¿Eh? —parecía extrañada—. No me pasa nada, en serio —dijo, mirándola confundida.
—Dime, ahora. Sabes que puedes confiar en mí —le espetó.
—Pero es que es en serio, no me pasa nada. Si es por lo de la fiebre, ya me siento mucho mejor
—No, no es eso y lo sabes. Sabes perfectamente a lo que me refiero —arqueó una ceja.

—¡Me siento mejor y no me pasa nada! —en ese momento recordó—. Es cierto, cuando venía de camino para acá me pareció haber visto algo de reojo. No sé qué era, no me fijé pero...

—¿Ves? Te lo dije —sonriendo de medio lado—. Te conozco, no puedes engañarme. Es más, podrás engañarte a ti misma pero sabes que a mí no. Bueno... si no sabes bien qué era no puedo decirte nada —agregó pensativa y enigmática—. Pero no te preocupes, no pasará nada.

—Vaya, y yo que creía que la extremadamente positiva aquí era Brooke —sonrió, irónica.
—¡Oigan! —exclamó ofendida la de los ojos color oliva.
—Eso para ti debería ser un cumplido, Broo —dijo Alexis.
—Tiene razón, pero en fin —se lanzó sobre su banco, abatida—. Rayos, ¡quiero salir ya!
—Perdón que te lo diga pero todavía nos queda inglés.
—Al carajo inglés, Alex. Me va bien y no avanzamos nada —bufó molesta.
—That’s because you’re so advanced, girl[1] —canturreó Williams.

En ese momento, sonó la campana. Extrañamente, el profesor apareció al instante, cosa rara ya que él era prácticamente el último en entrar al salón. Pero a ninguna de las tres chicas les importó. Solían trabajar en grupos de a 3 y siempre eran los mismos, ya que tenían un nivel bastante similar, aunque diferían en ciertas cosas como pronunciación, gramática y ortografía. La clase transcurrió lenta y aburrida, pero lograron acabar todos los ejercicios propuestos. Después de la larga tortura se escuchó el sonido del timbre de salida y el grupo de chicas se dispersó, dirigiéndose cada una a su casa.


El resto de los días pasaron rápidamente para todos menos para Naia.

El miércoles se dedicó a buscar más leyendas. Por desgracia no encontró ninguna cien por cien interesante, aunque halló una que mencionaba edificios importantes establecidos en puntos clave del pueblo que quizás tenían alguna conexión con los sucesos extraños que estaban ocurriendo. ¿Por qué siempre las leyendas urbanas tenían relación con hechos raros y paranormales? Luego de pensar un rato, Naia llegó a la conclusión de que quizás debería poner ese fragmento. Quizás le gustaba al señor Malone. Al fin y al cabo no habían más leyendas recientes, así que se dispuso a elaborar el informe en ese mismo momento, agregando algunos comentarios y datos anexos —como dijo el mismo profesor: «Cualquier cosa con tal de llegar a las 30 páginas»—. Le faltó poco para terminar, así que prefirió dejarlo para el día siguiente. Estaba demasiado agotada. Además varias ideas rondaban su mente e incluían relaciones bastante extrañas —pero que para ella tenían sentido— entre las tres historias que había encontrado. Más tarde se añadió a sus ideas lo que fuese que había visto camino al salón. Tenía una teoría sobre el asunto, pero la dejó de lado por el momento hasta que no tuviera más información al respecto y además no quería sacar conclusiones precipitadas. Estaba muy segura de que el viernes en la escuela encontrarían algo muy interesante. Y sus expectativas nunca la decepcionaban... O nunca lo habían hecho hasta ese momento.

El jueves, nada más llegar a su casa después de clases se dispuso a terminar el trabajo, para así poder tener el resto de la tarde libre. Como no le faltaba mucho, acabó casi a la media hora después. Se levantó de su escritorio y dejó los papeles allí. El profesor había dicho que lo quería a mano. Por suerte escribía rápido. Apenas se lanzó sobre su cama, sonó su móvil. Era Alexis. ¿Por qué no le sorprendía? Contestó al instante.

—Hola, hola. ¿Qué pasa? —contestó un tanto desganada.

—Es que... llamaba para decirte que mañana quizás no podré ir a lo de la escuela. Tengo cosas que hacer. ¿Terminaste el informe? Si puedes lo podemos dejar para la noche —por su tono de voz cualquiera pensaría que al otro lado del teléfono, la chica tenía los dedos cruzados.

—Claro. Estaba a punto de ir a almorzar y a la tarde no tengo nada que hacer, así que pensaba dormir un rato. Estoy cansada.

—Sí. Mejor vete a comer. Te necesitamos con energías para la noche, ¿eh? —se imaginaba perfectamente a Alex guiñándole un ojo.

—Ajá. Entonces, ¿a qué hora nos vemos?

—Yo creo que lo mejor sería a una hora donde estemos seguras que no nos vamos a topar con nadie, ¿no crees? —hizo una pausa para pensar—. ¿Te parece a las once en la puerta del colegio?

—A esa hora está bien. Nos vemos —bostezó—. Bye bye —se despidió de la forma usual y colgó.

Estuvo a punto de llamar a Brooke a su casa, pero luego supuso que Alexis ya lo había hecho antes de avisarle a ella. Se levantó y fue a la cocina a prepararse algo de comida que su abuela debía de haber dejado cuando pasó en la mañana. Ya tendida en su cama se durmió al instante. Se despertó sobresaltada. Había oscurecido y por su ventana entraba la luz de la luna llena. Miró la hora en su celular. Eran las ocho y quince. Aún faltaba mucho así que, para anticiparse, sacó una cartera pequeña y comenzó a colocar las cosas que necesitaría —la linterna, baterías de repuesto, un par de velas, su cámara fotográfica y una bolsita llena de sus horquillas—. El resto dependería de las otras dos, aunque de todos modos no tenían que llevar mucho.


Las once menos cuarto. Esa era la hora que indicaba el reloj de Alexis, que ya estaba en las afueras de la escuela escuchando música sentada en el suelo, apoyándose en la reja. ¿Por qué rayos se tardaban tanto?

—¡Alex! —Naia llegó corriendo junto a la chica. Al notar la mirada de la pelinegra le replicó—. A mi no me veas con esa cara, tú siempre llegas demasiado temprano, no es justo. Le avisaste a Brooke, ¿cierto?

—Pues claro que sí, idiota —la miró de reojo, poniéndose el auricular que se había quitado para oír lo que decía su amiga—. Ya debería estar por llegar, supongo —agregó, cruzándose de brazos.

—Bueno, yo traje todo. ¿Trajiste tu...? —antes de que pudiera terminar la frase, Alexis le lanzó un pequeño bolso. Contenía una daga, una pistola, una linterna, su encendedor y por supuesto, cigarrillos—. Olvídalo. Ahora que lo pienso, la mayoría lo trajimos nosotras

—Todo lo trajimos nosotras —repitió—. Supongo que si tiene suficiente sentido común traerá algo que pueda servirnos.

—Lo dudo —se encogió de hombros—. Lo más probable es que diría sonriente «En realidad no traje nada para defenderme porque sé que nada podría atacarnos» —imitó la cara que pondría la rubia y luego se estremeció, haciendo una mueca de asco—. Odio cuando hace eso, aunque tendría razón. Dudo que algo pueda hacernos daño.

—Eso es lo que tú crees —dijo de forma misteriosa y mirándola a los ojos.

—Hablando de la reina de Roma —suspiró Naia mientras veía que Brooke se acercaba corriendo a toda velocidad hacia ellas—. Ya era hora, Broo.

—Pero si recién son las once y quince —lloriqueó—. Ustedes llegaron antes.

—Bueno, da igual —se levantó y colocó el reproductor en el bolsillo de sus jeans—. Are you ready? —sonrió de medio lado. Sacó su pistola y la puso en una funda que colgó de su cinturón. Dio la vuelta a la esquina, mientras decía para sí misma—. It’s showtime.

Naia sacó su linterna y sonrió de medio lado, al igual que Alexis. Ella y Brooke la siguieron, deteniéndose frente a la reja de uno de los laterales de la escuela.

—Sigue dejándose llevar —le dijo la castaña a su acompañante—. Aunque, así por como vamos, quizás no encontramos nada.

—Vamos Nai, ¡no seas pesimista! De seguro encontramos algo.
—Oigan, par de idiotas —reclamó Alexis, ya del otro lado de la reja—. ¿Piensan quedarse ahí parloteando toda la noche o qué? No hay tiempo que perder —se cruzó de brazos y se adelantó.

—Y allá va nuestra Alex —sonriendo de manera desganada, mientras trepaba no sin dificultad la reja. ¿Cómo rayos cruzó tan rápido?.

Una vez adentro, no fue difícil encontrar ventanas abiertas. Sólo tenían que decidir cuál era más conveniente usar. Comenzaron a contar hasta llegar a la que quedaba justo junto a las escaleras, que llevarían al tercer piso y luego al salón de música. Se colaron silenciosamente y luego de asegurarse que no hubiese nadie en el corredor a través de unas pequeñas ventanas, salieron de aquel lugar. Brooke encendió su linterna. Naia prefirió no hacerlo para ahorrar energía; además, su vista en la oscuridad era bastante buena. Alexis ya estaba bastante adelantada, subiendo las escaleras. No le importaba en lo más mínimo caminar a ciegas —su sentido de la vista a oscuras era excelente, mucho mejor que el de Whitelocke—. Al llegar a su destino, la pelinegra extendió una mano, como pidiendo algo. Naia, entendiendo lo que quería decir le tendió un par de horquillas. Comenzó su tarea al instante, colocándola en la cerradura. No pasó ni un minuto cuando se oyó un clic.

—Les dije que no era difícil —dijo sonriendo con suficiencia y entrando.

Brooke miró a Naia y apuntó su linterna al interior. No era conveniente encender las luces o terminarían llamando la atención del conserje.

—Ya te acostumbrarás —poniendo los ojos en blanco mientras entraba—. Su orgullo no se lo quita nadie —sonrió apesadumbrada.

—¿Vienen o no? —les reprendió Alex.
—¿Estás segura de que hay algo aquí? —preguntó la castaña.
—Eso deberías decírmelo tú. Tú fuiste la que encontró la leyenda, qué voy a saber yo
—Bueno. Si hay algo, ¡yo me encargo! —exclamó radiante Williams.

Winchester y Whitelocke la miraron fijamente. La primera rodó los ojos y volvió su mirada al frente, mientras que la segunda siguió observándola, como queriendo recriminarle de algo. Con ellas no podía saberse si les molestaba su excesivo positivismo o si le insinuaron que bajara la voz. La chica no se dio por enterada y las miró curiosa, exigiendo una explicación.

—Sólo cállate, por favor —se limitó a decir la joven de ojos azules, para luego dirigirse a la que llevaba la delantera—. No siento nada raro, pero tengo un mal presentimiento.

—Yo también —murmuraron a la vez las otras dos chicas.

El trío se quedó parado examinando cada rincón y cada armario, como esperando a que algo fuera a salir de repente a atacarlas. Naia se acercó a la ventana. La luna llena brillaba en el cielo. Luego desvió su mirada al piano. Suspiró. Era de esperarse, después de todo era una leyenda urbana, no podía pedir que fuera cien por cien verídica. Un escalofrío recorrió la espalda de Naia, la cual se estremeció —debe de ser la ventana que está abierta, se dijo—. Alexis que se había volteado la miró.

—¿Qué pasa? —dijo seria.
—Nada, solo tengo frío —respondió totalmente despreocupada.

Pero luego de decir esto se sorprendió. Era imposible. Llevaba puesta una chaqueta de mezclilla, lo cual era suficiente para abrigarla del poco frío que hacía. Algo estaba pasando en ese lugar, y no era nada normal.

—¿Segura que estás bien? —inquirió Brooke, que estaba justo detrás de ella.
—Estoy bien, en serio —se acercó a la puerta—. Voy a salir a tomar aire.
—Pero... ¿y el conserje? —apenas lo oyó, Naia cerró los ojos.
—No, está más abajo. Dudo que vaya a subir en un buen rato.
—Ten cuidado —fue lo único que murmuró Alex mientras se sentaba frente al piano.

~ Ir a la parte 4 ~
voicë×Ŋαiα™ 16:10
Ajedrez - Capítulo 1: Visitas (parte 2)
—Podría decir lo mismo —repuso, en cierto modo ofendido, pero según Naia sólo estaba fingiendo estarlo—. En fin, ya me voy —comenzó a seguir con su camino, pero se detuvo unos escalones más adelante—. Por cierto, tienes linda voz —agregó sonriéndole y se fue—.

Naia sintió que se sonrojaba. Menudo cretino. ¿Acaso la conocía? Además, no era un comportamiento lógico por parte de los hombres ser caballerosos y elogiar a chicas. Eso sería rebajarse o humillarse. Al menos todos los hombres que conocía eran así. ¿Es que este chico era diferente o tan solo lo hacía para congraciarse con cada chica que veía para así presumir que las tenía a todas comiendo de la palma de su mano? Ya comprendiendo su plan, abandonó la escuela, furiosa y sin prestar atención a los demás. «Muy bien», masculló para sí misma, importándole un comino si parecía idiota hablando sola. «Si ese es tu plan no te daré en el gusto, Raven».

Se fue caminando a su casa. Después de todo no quedaba lejos, aunque sí estaba un tanto apartada del bullicio del centro de la ciudad, donde se encontraba su escuela. Al llegar, se dedicó a escudriñar en las profundidades de su bolso para sacar las llaves. Cuando entró no avisó que había llegado. Sabía que estaría vacía. Sus padres estaban de viaje. Siempre lo estaban. Esta vez se habían ido fuera del país, hacía unos meses y su abuela vivía bastante lejos como para ir a vivir con ella, aunque Naia ya estaba acostumbrada a estar sola. Era la hora del almuerzo, pero no tenía hambre. Decidió que después se prepararía algo. Se dirigió a su cuarto y encendió el ordenador portátil. Debía comenzar a buscar información para el trabajo del profesor Malone. ¿Una leyenda urbana reciente? ¿Cuál de todas? Siempre hay demasiadas leyendas dando vueltas por todos lados. ¿Cómo rayos sabría cuál era la que quería? Después de pensar un rato, concluyó que sería lo mejor ponerlas todas y luego él decidiría cuál era la que buscaba. Sonrió, alabando su astucia. Suerte que la primera semana de escuela no tenían clases en la tarde, así podría darse el tiempo de buscar con calma.

Buscar leyendas urbanas recientes no era demasiado difícil, sólo era cuestión de saber usar las palabras correctas en el buscador y ser un poco selectiva. Después de probar con diferentes combinaciones encontró tres. Una que le llamó la atención la halló en el periódico de la escuela. Mencionaba que los fines de semana por la noche —otros decían que era en noches de luna llena— se oían ruidos provenientes de la sala de música. Contaban los rumores que era un piano, otros, un violín. Naia la descartó de inmediato, simplemente la leyó por pura curiosidad. No había oído nada de ello. Quizás sería por el hecho de que no era muy sociable del todo y no se preocupaba por rumores y cosas por el estilo.

Pasó a la siguiente. Hechos sobrenaturales. «Te encontré», pensó, aunque se cuestionó luego. ¿Para qué querría un profesor de historia una leyenda urbana de cosas que quizás podrían tener una explicación científica —o no— sin relación alguna con la asignatura que impartía? Si algo se podía admitir era que ese profesor era muy curioso con sus hábitos y opiniones —y por eso lo admiraba, excepto cuando se ponía estricto, como aquella mañana—. Dejó de lado sus opiniones y se ocupó del artículo. Relataba hechos misteriosos, relacionados con incendios —«Típico caso de pirokinesis, probablemente. O un poltergeist», pensó Naia, que era una experta y fanática del tema—, avistamientos de fantasmas, muertes misteriosas y desapariciones, desórdenes en escuelas y demases. Releyó la última parte cuidadosamente. Desórdenes en escuelas. Quizás el asunto del piano tenía algo que ver. Era probable que hubiese algún espíritu «travieso» atrapado allí por alguna irresponsable sesión de ouija —según la chica, aunque se sea lo más precavido posible, siempre las cosas se salen de control con el «tablero maldito». Nunca se sabe a qué tipo de cosas atenerse—.

Bostezó, mirando el reloj. Ya había pasado bastante tiempo y no había comido nada. No importaba mucho, de todos modos no tenía hambre. Estaba cansada, y prefería dejar ese informe más o menos adelantado, o por lo menos encontrar datos para que luego solamente restara elaborar un resumen y las opiniones y... ¡Ese profesor! treinta páginas, qué descaro. Y más encima para el último día de la semana. Viernes. Fatídico viernes, se dijo, mientras se daba una nota mental de no olvidar las reglas de la clase de historia.

Siguió buscando, pero se hartó y apagó el ordenador. Fue a prepararse un té de naranja. Siempre solía calmarla ese sabor dulce. Cuando volvió a su habitación encendió el estéreo y colocó música suave mientras leía un rato. Una noche tranquila. Sin padres que la mangonearan. Sin hermanos que fastidiaran... Y así, con estos pensamientos en la cabeza, y sin darse cuenta, su cabeza cayó sobre su pecho. El libro resbaló de sus manos. Ya estaba oscureciendo. El reloj de la sala de estar dio las 8 campanadas. Una suave brisa se coló por la ventana que se le había quedado abierta, refrescando la estancia. Sumida en sus sueños, Naia se volteó en la cama, sin notar que en ese momento, desde la copa de un árbol que alcanzaba al segundo piso donde se encontraba, un par de ojos estudiaban cada movimiento que hacía, cada gesto. Todo estaba siendo fríamente calculado y analizado.


Naia se despertó ya pasada la medianoche. Le sorprendió haberse quedado dormida. Se incorporó, mientras cerraba el libro y lo dejaba a los pies de su cama. Había tenido un sueño, estaba segura, pero no podía recordarlo con claridad. Tenía ideas e imágenes tan vagas que ni siquiera podían formar algo coherente. Se resignó, confiando en que quizás lo recordaría más tarde. Aún estaba un poco agotada, así que decidió seguir descansando tal y como estaba, ya que no quería ponerse el pijama. Dejó encendido el estéreo, apagó la luz y volvió a dormirse. No se dio cuenta de que olvidó cerrar la ventana.

Al día siguiente, logró llegar a la escuela a tiempo, por suerte. Se sentó en su lugar habitual, entre Alexis y Brooke. La pelinegra la saludó vagamente cuando la vio colocar sus cosas en su banco. Estaba escuchando música. La chica le devolvió el saludo con una sonrisa cansada. La joven rubia aún no llegaba. Esta vez, la primera clase era lengua. Poco antes de que sonara la campana apareció Brooke, saludando con una sonrisa amplia a sus compañeras, las cuales le respondieron de una forma bastante parecida y desganada. Al rato apareció la profesora Crenshaw, para desperdiciar varios minutos poniendo orden y pasando lista. La clase transcurrió normalmente hasta que sonó la campana para el recreo.

—¡Ya no aguanto más! —exclamó Naia, apoyándose contra la ventana.
—El problema es que recién es Marzo —le recordó Alexis.
—Lo sé, pero... ¡Estoy cansada de la escuela en general!
—Sí, sí —blanqueando los ojos, pidiéndole que se tranquilizara. Siempre era tan escandalosa.
—Oigan, ¿y ustedes han escuchado de esa leyenda urbana? —les preguntó.

Ambas chicas la quedaron mirando con una cara que pedía explicaciones.

—¿No? Es que el profesor me dio como tema de investigación una leyenda reciente. Pero no he encontrado ninguna que tenga relación con historia. ¿Conocen alguna?

—Tú sabes que con ese profesor nunca se sabe. ¿Cuáles encontraste? —quiso saber Alexis.

—Cierto. Encontré una donde hablaban de una música que se escucha de noche los fines de semana aquí en la escuela. No entendí bien si era un piano o un violín.

—En la sala de música no hay violines hasta donde yo sé
—¿Aquí? ¿En la escuela? —preguntó emocionada Alexis—. ¡Puede ser un fantasma!
—Eso mismo pensé yo. Aunque también puede ser alguien que se consiguió las llaves
—Eso es imposible. Tendrías que ser hijo del conserje —espetó Brooke—. Y no parece tenerlos.

—Entonces no tengo idea. La siguiente era el típico artículo de muertes sin explicación, incendios, desapariciones, asesinatos... En fin, lo mismo de siempre —relató Naia—. Ah sí, también olvidé desórdenes en escuelas, pero no decía en cual. Si fuera ésta no me sorprendería. Quizás tiene relación con lo del piano.

—Hmm, no lo creo —habló Alexis después de meditarlo un rato—. Yo creo que primero tendríamos que ver bien el asunto.

—¿Tener que venir de noche a la escuela? ¡Genial! —exclamó entusiasmada Brooke—. Pero primero necesitamos las llaves para poder entrar.

—Y tenemos que hacer algo con las cámaras de vigilancia de la entrada —acotó Whitelocke.
—¿Sabían que no tienen cámaras en los laterales? Podemos entrar por ahí.
—Alex, ¡eres un genio! —alabó Naia.

—Lo sé —sonrió de medio lado—. Además, estoy segura que siempre dejan alguna ventana abierta. No será difícil entrar, una cosa menos de qué preocuparse.

—Odio ser la pesimista —interrumpió la castaña— pero nos falta resolver lo de la llave del salón de música. Así no tendría gracia hacer una expedición gigante para nada —se cruzó de brazos, completamente frustrada.

Alexis se encogió de hombros, como queriendo decirle que la solución era obvia. Volvió a sonreír de medio lado, como siempre solía hacer.

—Supongo que un clip o una horquilla harán el milagro —señalando el pelo de Naia con un gesto, que siempre usaba algunas para mantener sujeto su largo cabello levemente ondulado—.

Luego de eso sonó la campana. Por primera vez en lo que llevaba de escuela, la castaña no la maldijo por ser inoportuna. En cambio, había sido muy justa. Ahora le daría algo con qué entretenerse en clase. Seguía matemáticas. Lo necesitaría.

El profesor entró al salón. Lo mismo de siempre. ¿Les mataría por una vez en la vida dejar de pasar lista? En verdad era tedioso responder lo mismo al principio de cada clase. La última era Alexis —su apellido era Winchester—. Poco antes de ella venía Brooke Williams. La pelinegra al responder, levantó la mano de forma perezosa mientras conversaba con Naia sobre cuándo y cómo entrarían a la escuela de noche. Ambas pensaban que sería divertido, y que más de una cosa encontrarían. En un edificio de varios años de antigüedad a esas horas se podían descubrir varias cosas, y mucho más si se tenía curiosidad, buena intuición, sentidos desarrollados y por sobre todo, un gran instinto de aventura.

Lo único que se dedicó a hacer fue escribir una lista de cosas que necesitarían, la cual incluía linternas, algo con qué defenderse —desde un cuchillo de cocina hasta una pistola, pero eso era parte de lo que llevaría Alex, que tenía una—, velas por si se les acababan las baterías, cámara fotográfica —eso le tocaba a Naia, la pelinegra sólo podía usar la de su móvil y Brooke no tenía ninguna de las dos cosas—, muchas horquillas... Suspiró. Con eso bastaría, no había por qué ser demasiado precavida, pensó. Miró su reloj de pulsera. Aún faltaba casi más de media hora para que acabara la clase y el profesor sólo ponía ejercicios. No le gustaban las matemáticas y mucho menos los complicados problemas. Sabía resolver algunos, pero con otros no estaba segura. Decidió resolver los primeros por si la interrogaban. Estornudó de repente. Debió de haberse resfriado. ¿Era idea suya o hacía mucho calor? Imposible, las ventanas estaban abiertas de par en par. Se tocó la frente, pero no la notó mal. Aún así, se sentía un poco mareada.

—Oye, ¿estás bien? —Alexis se volteó para preguntarle—. Parece que tienes fiebre
—No, estoy bien —le aseguró—. Solo tengo un poco de calor
—¿Esperas que me crea eso? —le dijo seria, mirándola fijamente—. Ve a la enfermería
—Pero si no es nada grave, ya se me pasará.
—Te digo que vayas. Ahora —eso ya había sonado más como una orden que una petición.
—¿Por qué no vas Nai? —preguntó Brooke, preocupada—. Además así pierdes clase.
—Tienes razón, estos ejercicios ya me aburrieron —bufó, levantándose.

Al llegar al pizarrón pidió permiso para ir a la enfermería por algo para la fiebre. Si tomaba algún medicamento se le pasaría para el toque de campana. Sus resfriados en esta época no eran tan graves. Los peores venían en invierno.

La enfermería era un salón bastante pequeño. Sólo tenía espacio para un estante con medicamentos y demases, un lavabo, un escritorio y una pequeña camilla. Para ser una escuela tan grande, el lugar era un espacio muy reducido. Cuando la encargada notó que estaba allí le preguntó si necesitaba algo. Ella le pidió una píldora para el resfriado. La enfermera la miró detenidamente y la examinó con la mirada. Había pasado su inspección de credibilidad. Luego de esto le entregó un vaso de agua junto con lo que había pedido. Se sentó un rato en la camilla después de beberse el líquido. Para cuando sonó la campana ya se sentía mejor, así que decidió dirigirse a su salón. Volvió a atravesar el largo pasillo y bajar un par de escaleras, ya que la enfermería se encontraba en el quinto piso, el último. Cuando iba caminando por otro pasillo, le pareció haber visto algo por el rabillo del ojo.

—«No estaré viendo cosas, ¿o si?» —pensó mientras se frotaba los ojos y seguía caminando.

Al entrar al salón vio a Alexis sentada sobre su banco con los ojos cerrados, apoyando la espalda sobre la pared, escuchando música y a Brooke meciendo sus pies distraídamente mientras tarareaba una canción. La joven de ojos ámbar se sacó uno de los audífonos que llevaba puestos.

—Volví, ¿contentas? —dijo mientras se dejaba caer sobre su banco.
—Mucho mejor —mirándola de reojo—. Te mandé para allá porque me preocupaste, idiota.
—Te dije que no era nada grave, ya se me pasó —repuso desganada.
—Pero aún así, casi nunca te resfrías con este clima —le espetó seria.

La castaña abrió la boca para comentarle algo, pero fue interrumpida.

—Bueno, bueno, Nai ya está mejor, ¿no? —agregó sonriente Brooke—. Y eso es lo que importa.
—Si... —murmuró la aludida, distraída—. Entonces, ¿cuándo hacemos la expedición nocturna?
—Ni idea —dijo la pelinegra encogiéndose de hombros.

—Supongo que sería lo mejor que fuera un día viernes. Así no tenemos que preocuparnos de los exámenes o de los deberes —acotó la ojiazul.

—Tú y tu sentido de responsabilidad, Naia —le reprendió meneando la cabeza—. Pero bueno, también sería mejor el viernes porque así podemos llegar tarde a nuestras casas. Podemos poner alguna excusa de una fiesta o qué se yo. Bueno, a mí me vale. Puedo escaparme de todas maneras.

—Mis padres están de viaje así que no importa.
—Yo puedo cualquier día, da igual —dijo la rubia, radiante como siempre.

—Ahora que me acuerdo tengo que hacer el informe para Malone, así que por mí, definitivamente queda para el viernes, no sé ustedes.

—Claro, no sería lo mismo sin ti —exclamó Williams haciendo escándalo.
—Obviamente, además la que nos contó de la leyenda fuiste tú —dijo la de los ojos ámbar.
—Supongo que sí —suspiró—. Saben que yo sólo soy la que pienso.
—Pero eso es bueno, Nai —gimoteó Brooke.
—No vamos a empezar de nuevo con lo mismo de siempre Naia —le reprochó Alexis.
—Bueno, bueno ya me callo —terminó la ojiazul, ofendida.

En ese momento notó que alguien las estaba observando. Era Raven, que estaba hurgando en su bolso para sacar algo, pero apenas sintió la mirada de la joven sobre él, la desvió rápidamente.

—¡Cómo odio a ese tipo! —exclamó de repente.
—¿Por qué tanto? —inquirió la pelinegra.
—Porque es un engreído, cretino, narcisista... ¡Como todos los hombres!
—Vamos, aún no lo conoces, dale una oportunidad —dijo Williams.
—Brooke, ¿sabía que a veces tu alegría radiante me enferma demasiado? —masculló molesta.
—Somos dos —dijo Naia—. Además, es en serio. No me da para nada buena espina.
—En fin —por lo visto el comentario no la había afectado—. ¿Por qué no cambiamos de tema?

Ninguna habló. No había nadie en el salón. Raven se había ido hacía un rato. Bueno, mejor para todos, pensó Naia. Sólo era un estorbo. Pero... ¿de verdad lo odiaba tanto? No podía ser tan prejuiciosa. Aunque esa sensación que sentía no era nada bueno, y hasta ese momento no había fallado con nadie. «Siempre hay una primera vez para todo» se dijo, sin embargo esa no era la idea, por supuesto. Despertó de su divagación al sentir los ojos de Alexis clavados en ella.

~ Ir a la parte 3 ~
voicë×Ŋαiα™ 16:03
Ajedrez - Capítulo 1: Visitas (parte 1)

Bueno, este es el capítulo número 1 de mi novela, titulada "Ajedrez" (Al menos así se llamará por ahora)... No les diré bien de qué se trata o si no no tendría gracia ¬ 3¬... así que leanla y después darán opinión....

Como siempre han habido confusiones al respecto, aclararé...
- Naia Whitelocke: Castaña (oscura) de ojos azul grisáceos
- Alexis Winchester: Morena de ojos ámbar
- Brooke Williams: Rubia (casi castaña) de ojos verde oliva

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La chica de cabello castaño salía de su casa furiosa, cargando un bolso en sus hombros, mientras caminaba marcando notoriamente el paso. Nada fuera de lo usual. ¿Por qué siempre iba tarde el primer día de clase?. Nada había salido como debería: La ducha no andaba bien, la noche anterior programó mal el despertador y para colmo, el calentador de agua se había estropeado y necesitaba uno nuevo. Al demonio con el auto sermón, pensó Naia. En ese momento algo la hizo voltear: una ráfaga de viento bastante fuerte que casi hizo volar su falda. Una cosa así en verano era poco común, cosa que la hizo sonreír. Eso le decía que algo estaba por cambiar.

Llegó a su escuela justo a tiempo para el toque de la campana. No prestó atención a los demás en absoluto, quienes corrían para alcanzar sus salones. Cruzó la puerta principal para luego subir las escaleras. Primer día de escuela, otro año más... y todo seguía siendo igual que siempre. Quizás su teoría de algo cambiaría estaba equivocada, pero luego se corrigió a sí misma. Sus instintos e intuición no fallaban. Era demasiado confiada al respecto.

Al entrar a su clase del primer grado de preparatoria, tomó su lugar usual junto a la ventana, a una distancia considerable del pizarrón, pero tampoco muy cerca del final del salón. Allí se dedicó a sacar sus apuntes de biología de su bolso, mientras comenzaba a recorrer con la mirada el lugar. Por lo visto, no se había equivocado del todo. Seguían las mismas caras familiares de siempre... Brooke, Alexis... y un par de gente nueva... quizás serían los típicos revoltosos o creídos o cretinos o... Suspiró.

—¡Raven! —exclamó el profesor, pasando lista.

Naia se dio cuenta de que no había oído ese apellido antes —¿es que acaso ese apellido existe?, se preguntó— y volteó hacia la persona que había respondido. Un joven sentado en la fila contigua a la de ella miraba al pizarrón, mientras levantaba perezosamente su mano. Sus cabellos estaban revueltos y eran de un color castaño, entre rubio y cobrizo —al menos eso le pareció a la chica—, pero desde donde se encontraba no podía apreciar el color de sus ojos. La chica se decidió a averiguarlo después. ¡¿Pero qué estaba diciendo?! Ella, ¿estaba queriendo gastar tiempo en un chico? Meneó la cabeza, negativamente y sonriendo de medio lado. Por favor. Quizás fue sólo un capricho infantil pero momentáneo. Y no iba a dejar que volviese a cruzar por su cabeza. Tan distraída se encontraba que a duras penas escuchó que Brooke le sacudía su hombro para decirle que levantara su mano, justo en el momento en que el profesor estaba a punto de colocarla como inasistente, luego de decir «Whitelocke» en voz sumamente alta.

—Presente, profesor —respondió de forma vacilante, a buena hora.

—Hasta que contestaste, Nai —le susurró Alexis, que se sentaba delante de ella—. ¿En dónde andas volando? —agregó con una mirada inquisidora que combinaba con su sonrisa pícara.

—¿Eh? —preguntó distraída, para luego corregirse—. No, nada, no te preocupes.

Pero bueno, era mejor no exponerle a la pelinegra sus pensamientos. Lo más probable era que se pondría a bromear con ello todo el día. Qué molesto. ¿Es que no había nadie que pudiera comprenderla? La clase transcurrió de forma normal. Naia se dedicó a tomar apuntes en su libreta, pero cuando el profesor se explayaba más allá de lo necesario en el tema, la chica podía lanzarle unas miradas discretas al chico, que estaba en uno de los asientos cercanos al pizarrón. Al toque de la campana, se estiró en su asiento, sacó su reproductor y se dedicó a escuchar música, encendiendo la opción de recorrer las canciones al azar. Luego de seleccionar una melodía de piano se recostó sobre la mesa y cerró los ojos, dejándose llevar por los sentimientos que le provocaba. Por lo general, le gustaba usar la opción aleatoria, porque la mayoría de las veces las canciones que aparecían le decían algo de ella misma o de cosas que pasaban a su alrededor. Otras veces, sólo la sobresaltaban al pasar de una canción lenta a una ruidosa.

Naia abrió los ojos, sorprendida al escuchar una melodía. Conocía de memoria la traducción de esa canción. Hablaba de que la cantante estaba sola, esperando a alguien, mientras todo sucedía a su alrededor y ella se encontraba abandonada a su suerte. ¿Por qué esa canción? ¿Por qué justo ahora? Tanto se asustó cuando sonó la campana para indicar la entrada a clases, que ni se dio cuenta de que su corazón estaba latiendo fuertemente. Ahora tocaba historia con el profesor Malone. Ese profesor era uno de los pocos de su agrado, pero un detalle que todos debían recordar era no interrumpirlo cuando estaba explicando algo de suma importancia, también era imprescindible que el profesor no te descubriera haciendo otra cosa que no fuera prestar atención a lo que él explicaba.

En ese momento entraron todos los alumnos que estaban rezagados en el patio, corriendo, seguidos por el «historiador», que era un hombre de mediana estatura, entrado ya en sus cincuenta —según Naia—, portando varios papeles y carpetas. Al entrar, lo primero que hizo, antes de dejar caer el libro de clases de forma estruendosa sobre su mesa, fue arreglarse los lentes que llevaba, los cuales le hacían parecer bastante mayor de lo que verdad representaba. Luego de desperdiciar unos 15 minutos pasando la lista, el profesor se dispuso a hablar del antiguo Egipto: sus costumbres, sus creencias, su organización, su...

—Señorita Whitelocke, ¿podría usted repetir lo que estaba explicando? —preguntó, completamente calmado, dirigiendo su mirada hacia la ya mencionada joven, la cual estaba distraída, mirando por la ventana.

Para Naia, las civilizaciones antiguas nunca habían sido un problema. Amaba ver documentales, averiguar en internet y libros sobre cosas que aún le faltaban por saber... La curiosidad y el deseo de saber más nunca habían estado ausentes en las cualidades de la chica ojos de zafiro. Por otro lado, las clases del profesor Malone por lo general hablaban de cosas que ella ya sabía, por lo tanto sólo corroboraba los datos que él entregaba, asintiéndole con la cabeza a nadie en particular; aunque esta vez se había olvidado de una de las dos reglas de la clase de historia: «nunca dejar que el profesor te descubra haciendo otra cosa».

—¿Y bien, señorita? Estoy esperando —dijo, acomodándose sus anteojos.

—¿Eh? —preguntó sorprendida—. Disculpe, profesor. Estaba hablando de Egipto y sus creencias, además de su organización política y demases.

Brooke, junto con los demás alumnos, miraban sorprendidos a Naia, esperando atentos la respuesta del profesor. Se daba por sentado que no se conformaría con la respuesta dada. Alexis ni siquiera se había dado cuenta de lo que estaba ocurriendo, ya que estaba distraída escribiendo o dibujando cosas que no tenían relación alguna con la clase.

—Señorita, usted y yo sabemos perfectamente que esa no es la respuesta que espero —Naia sostuvo su mirada, evitando desplomarse sobre sus apuntes. El profesor se volteó hacia el pizarrón y dijo—. Quiero un informe de treinta páginas escrito a mano como mínimo para el viernes. Hable conmigo al final de la clase para entregarle el tema.

El alma de la chica se había ido por un agujero negro a quizás qué dimensión. ¡¿Treinta páginas?! Ese profesor estaba loco de remate, de seguro. En cuatro días tendría que escribir un informe de quién sabe qué. Se había condenado a sí misma a la muerte el primer día de clases. Qué fastidio. Esa era una de las cosas que odiaba de ese profesor. Ponía trabajos a diestro y siniestro por cualquier cosa que uno hiciera. Después de esto se dedicó a tomar apuntes hasta que volvió a sonar la campana salvadora. «Bastante oportuna» pensó con sarcasmo Whitelocke, levantándose de su asiento para dirigirse a la mesa del profesor.

—Disculpe, profesor. Usted sabe que... —Claude Malone detuvo el palabrerío con su mano.

—Vamos, sabes que no vienes a eso —mirándole con un dejo de astucia en sus ojos. El viejo era zorro, no se podía negar—. En fin, asumo que has oído de cierta “leyenda urbana” que ha estado circulando últimamente —inquirió, levantando una ceja.

—Pues no. Para serle sincera, profesor —confesó, extrañada. ¿Ése sería su tema de investigación? ¿Una burda leyenda urbana sin fundamento alguno? No podía ser. Bueno, de aquel profesor se podía esperar cualquier cosa.

—Entonces, quiero que averigües sobre ella, lo más profundamente posible. Tienes que nombrarme sus orígenes, colocar citas de gente que conozca de ella, opinar de ella, y todo lo que puedas para lograr las treinta páginas —aclaró sonriente, con la obvia intención de irritarla.

—¡Pero profesor...! —se quejó.

No respondió. Estaba claro que no hablaría más que eso.

Naia se alejó de la presencia de Malone, que ya se disponía a abandonar el salón, el cual, a esas alturas del recreo, estaba completamente vacío. Todos se habrían ido a comprar, o a jugar fútbol o a cuchichear por allí. Su rutina aparentemente nunca variaba. Lo había comprobado ella misma al ver a los alumnos cuando paseaba por el patio. Aunque a ella no le gustaba salir muy a menudo. Ya había tenido bastantes experiencias dolorosas involucrando balones.

Afuera hacía demasiado calor como para que se animara a salir al patio. La joven se dejó caer en su asiento y reposó su cabeza en uno de sus brazos, mientras el otro colgaba «inerte» por el borde del banco. Estaba con los ojos cerrados, aunque eso no le impidió intuir que alguien más se hallaba en el mismo salón con ella. Naia era buena intuyendo cosas. Tanto que podía llegar a caminar con los ojos cerrados sin siquiera chocar con algo.

Podría tener sentidos muy desarrollados, sin embargo no notó que alguien la observaba desde un edificio que estaba justo al frente de la ventana, varios metros más allá. La joven abrió un ojo perezosamente para ver que quien estaba allí en el salón no era nada más ni nada menos que el chico nuevo —¿cuál era su nombre? No, no lo había oído, estaba segura, como sea—, Raven. Por fin notó sus ojos, los cuales estaban posados en ella. Naia no pudo evitar sonrojarse levemente al fijarse que eran de un color verde pálido con un leve tono azulado, sintiendo como si la arrastraran hacia su interior sin que ella pudiera evitarlo.

—Buena la que hiciste en historia —fue lo único que le dijo, mientras guardaba algo en su bolso.

—¿Y tú qué sabes? —replicó ofuscada, aunque sin dirigir la mirada hacia el chico, solo se limitó a observar los dedos de la mano que no estaba bajo el peso de su cabeza.

—Pues, lo que sé es que hiciste el gran ridículo frente a todos —dijo con una sonrisa burlona y prepotente marcada en su rostro.

—Vale, y acaso nunca cometes errores, ¿don perfección? —le espetó, pero al instante se dio cuenta del grave error que había cometido. Ahora solo quedaba esperar la obvia reacción del joven. Naia estaba acostumbrada a tratar con cretinos creídos como ese.

—No. Nunca, gracias por el cumplido —guiñándole un ojo y saliendo del salón.

La chica se quedó tal y como estaba hasta que Raven se fue. En ese momento, lo único que hizo fue mascullar «Otro año, otro cretino más». Para variar, sonó la campana en el peor momento. Pareciera que todos estaban conspirando en su contra para hacerle exasperarse más de la cuenta. Durante la última clase, que correspondía a música, Naia se dedicó a escribir canciones hasta que el profesor la llamó adelante para que cantara enfrente de toda la clase. Otra vez manteniendo su hipótesis del complot en su contra, suspiró pesadamente y se levantó, mientras recorría su repertorio musical a la velocidad de la luz en su cabeza, pero el profesor le indicó una canción en el disco que estaba colocado en la radio. La conocía. Era muy bella. Una típica balada. Al rato después sonó la campana y Naia, feliz, pudo tomar sus cosas y largarse del lugar. Bajó las escaleras del tercer piso, donde se encontraba el salón de música. Cuando ya estaba por llegar al último tramo, chocó con alguien, casi perdiendo el equilibrio.

—¡Oye! Fíjate por donde... —exclamó, pero se detuvo al ver que era Raven— Ah, eres tú.

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voicë×Ŋαiα™ 15:50
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